miércoles, 14 de agosto de 2013

Pedir permiso antes que pedir perdón

Hoy, nada más ver mi muro Facebook, me encuentro con una decepcionante sorpresa: La carta de una joven periodista que fue acosada y humillada, junto a su padre, por un grupo de energúmenos en la plaza de toros de Herrera del Duque por tener un gesto con un torero que, tales energúmenos, no entendieron (Periodista humillada por la afición de Herrera del Duque).
Comenzando por esto, nunca he logrado entender por qué una persona debe increpar a otra por hacer algo totalmente lícito y sano. Y menos aun si es una persona ignorante que no comprende lo que está pasando a su alrededor y tan sólo se limita a gritar lo que la muchedumbre grita. Cual ovejas, estas personas sin cultura ni moral, son capaces de seguir al rebaño hasta un barranco y despecharse sin tratar de cuestionarse nada. Sin llegar a preguntarse, como siempre ocurre, si pueden estar hiriendo a otra persona.
Sinceramente, esta actitud me provoca vergüenza ajena y asco hacia nuestra sociedad. Debemos ser más tolerantes y mirar dos veces antes de lanzar la piedra. Tratemos de ser conscientes y pensar en que esa persona podría ser alguien cercano a nosotros, y que por supuesto, no nos gustaría que fuera tratada así. Pero ante todo, debemos pensar que es un semejante al que estamos dañando y que es muy probable que no merezca tal trato.

A tal carta, la cual creo que todo herrereño debería leer para saber cómo se nos puede llegar a ver desde fuera, le llega la contestación del alcalde de Herrera del Duque, Don Saturnino Alcázar. El alcalde, ante todo, pide disculpas a la joven y le ruega que no se lleve una imagen, equivocada, de las gentes de Herrera. Lo cual es lógico. También trata de hacer de abogado de causas perdidas, explicando un gesto que tuvo el respetable con el torero en cuestión.
En primer lugar, defiendo lo que dice el alcalde. Un grupo de personas, si así se les puede llamar, maleducadas y salvajes no representa, ni mucho menos, a todos los habitantes de Herrera del Duque. No puede, por que es imposible. En esa plaza, esa tarde, había gente de muchos pueblos de la zona e incluso de poblaciones más lejanas. Ciertamente la inmensa mayoría serían herrereños, pero estoy bien seguro de que muchos de los que maltrataron a esta joven y a su padre, no son de Herrera ni viven en Herrera. Por lo que no se puede generalizar, ya que esta chica incluye en el mismo saco a personas que no tienen nada que ver con esas otras, ensuciando la imagen de todo un pueblo y sus habitantes.
Por otro lado, el alcalde podría haber evitado tener que pedir disculpas si antes, mientras ocurría este desafortunado hecho, las autoridades hubiesen actuado para poner orden, evitando así, que este grupo de personajes haya atentado contra la libertad de expresión de esta periodista, contra su mismo honor. Y es que esto se puede considerar maltrato y vejación. Acoso en toda regla.

En parte hablo un poco a ciegas, pero tras leer la carta y haber preguntado a algunas de las personas que fueron testigo de este mal gesto, debo reconocer que la joven lo debió pasar mal y que su carta está totalmente justificada.
Decirle a esta joven que, como bien apunta el alcalde en su carta, no todos los herrereños somos así. En Herrera hay de todo, como en botica, pero abunda la gente buena y hospitalaria. De igual modo, la invito a que vuelva y se relacione con las gentes de este pueblo para sacar una conclusión más cercana a la realidad. Añadir que me produce repugnancia este tipo de acciones y que deberían ser condenadas y denunciadas por todos. No podemos permitir que en la sociedad actual pasen cosas como estas, seamos personas civilizadas y cabales. Seamos, ante todo, tolerantes.

Al alcalde sólo puedo decir que ha actuado bien después de que sucediera todo, pero habría actuado mejor evitando que sucediera. Y si, se podría haber evitado. Todos lo sabemos. Siempre he oído que se debe sanar la herida antes de hacérsela. ¿Cómo? Procurando no hacerse la herida.

En fin, esperemos que este tipo de actos no se vuelvan a dar y que el alcalde de turno no tenga que volver a contestar a cartas semejantes. Nadie quiere que se dañe su imagen y eso, sólo nosotros mismo podemos conseguirlo.

domingo, 11 de agosto de 2013

Trabajo sucio

-Tiene que ser algo rápido -se lavaba las manos mientras Enrique se aseguraba de que no había nadie más en todo el aseo-. Esperaremos a que lleguen al puesto de embutidos para hacerlo, tal y como habíamos planeado.
-Yo me encargaré de todo.
-Recuerda que nos jugamos mucho –dijo volviéndose hacia él-. Si no lo ves del todo claro, no intervengas.
-Descuide –le contestó Enrique.
-El guardaespaldas nos dará vía libre llegado el momento.
-Ya está aquí –dijo, irrumpiendo en el aseo un hombre con traje negro.

Los tres se apresuraron en salir de allí y se dirigieron rápidamente hacia la puerta del gran pabellón. Enrique se rezagó a propósito, debía mantener una distancia prudencial con el resto.
El Presidente llegó acompañado de todo un séquito de cámaras y reporteros, además de sus incondicionales seguidores y su personal de confianza, que le acompañaba siempre en cada viaje. Cortaron la cinta, inaugurando así la feria, y, tras brindar con cava, entraron al pabellón. Enrique les seguía de cerca, sin perder detalle de cada uno de sus movimientos. Se había percatado de que El Presidente siempre actuaba bajo un mismo patrón: llegaba al puesto, saludaba a los trabajadores, hablaba brevemente con ellos, se hacía una fotografía, se despedía y tras remolonear un instante frente al puesto, se marchaba al siguiente. Era una visita breve en la que ocurrían demasiadas cosas. Enrique sabía que debía aprovecharse de ese pequeño instante de caos en el que todo parecía valer, en el que se rompían las barreras de lo políticamente correcto y se anulaba, inconscientemente, cualquier tipo de protocolo.

Francisco, quien había contratado a Enrique para llevar a cabo el plan, paseaba junto al Presidente alardeando de todo lo que había hecho para que la feria fuese de las mejores de la provincia. Iban de puesto en puesto como una abeja va de flor en flor. No alcanzaban a imaginar lo que allí tendría lugar.
Apenas les quedaban unos metros para llegar al puesto del charcutero. Enrique estaba más que preparado. Esperaba pacientemente la señal, el momento preciso para hacer su trabajo. Él se tenía que encargar del trabajo sucio, ese trabajo que nadie quiere hacer, y por supuesto, nunca le había temblado el pulso a la hora de hacerlo.
El Presidente llegó junto con Francisco al puesto del charcutero. Ambos saludaron a los dos trabajadores que allí había y comenzaron a charlar. Enrique se acercó a ellos con disimulo. Estaba atento a los movimientos que hacían el presidente y su guardaespaldas. Esperaba al instante en el que se hicieran la fotografía para intervenir, ese era el justo momento en el que podía pasar de todo y, mejor aún, se podía sospechar de todos.

El joven fotógrafo de un periódico local llegó para encargarse de hacer la fotografía de El Presidente y el organizador de la feria junto con los trabajadores del puesto. Todos, incluso algunas personas que pasaban por allí, se colocaron para la fotografía. Enrique no perdió la oportunidad de acercarse al Presidente. Por su altura se colocó detrás y, mientras todos se organizaban para no perder sitio en la foto, él fue buscando una posición más cercana a su objetivo.
Ya estaban todos dispuestos. El fotógrafo se preparó para hacer su trabajo. Enrique sabía que aquel era el momento para hacerlo. Sacó un guante del bolsillo de su chaqueta y se lo puso rápidamente. En ocasiones como ésta, sólo utilizaba un guante, así le era más fácil deshacerse de él después.
Con total cautela, procurando no ser visto, tomó el cuchillo que había sobre la mesa y con el cual, los trabajadores del puesto de charcutería, cortaban el embutido. Cuando el fotógrafo pidió que todos se juntaran un poco más, él hizo lo propio, siendo,  prácticamente, una prolongación del Presidente.
Le clavaría el cuchillo por la espalda, bajo las costillas, directo al corazón. Lo había hecho más veces y era un método que funcionaba. El Presidente caería fulminado al suelo, sin tiempo a más que morir en ese preciso instante. Aprovechando la confusión del momento, saldría de allí. Se quitaría el guante, dándole la vuelta, y lo guardaría de nuevo en el bolsillo de su chaqueta. Iría al baño a lavarse, a hacer tiempo hasta que el cuerpo sin vida del Presidente estuviese rodeado por curiosos. Entonces saldría del baño y se iría de allí. Un plan perfecto.

Enrique esperaba, impaciente, a que se disparara el flash de la cámara para hacerlo. Así no se reflejaría en la fotografía algo que le pudiera perjudicar. Pero entonces, el joven que había a su lado, rodeó con su brazo al Presidente.
Se había complicado todo de forma repentina, por lo que decidió esperar. No haría nada hasta que lo viese claro, tal y como le habían pedido. Francisco y él se miraron. Enrique negó con la cabeza al ver cómo sonreía. Quizás pensaba que el plan marchaba según lo previsto, que el deseado desenlace de todo aquello estaba a punto de llegar. Pero Enrique enseguida le hizo entender que no era así.
Apenas había realizado el fotógrafo su labor, Francisco se apresuró en pedirle que hiciera otra fotografía. El joven que rodeaba al Presidente con su brazo ya se había movido y todo su costado había quedado al descubierto. Enrique empuñaba el cuchillo con firmeza. Esta vez era él quien rodeaba al Presidente con su brazo.

La cegadora luz del flash se disparó iluminándolo todo. Fue algo fugaz, ocurrió demasiado rápido. Su instinto intervino en sus planes sin que él pudiera hacer nada por evitarlo. Le había hundido el cuchillo en el costado al Presidente, más a causa de una reacción que de una acción.
Sacó el cuchillo y lo tiró al suelo. Salió de allí antes de que se desplomara entre el gentío. Le temblaban las manos. Había hecho trabajos como este en muchas ocasiones, pero esta vez era diferente. Presentía que algo no había salido bien, por eso necesitaba salir de allí.
No tardó en quitarse el guante. Como había planeado, le dio la vuelta y lo guardó en el bolsillo de su chaqueta. Sabía que podían señalarlo como uno de los responsables si lo veían por allí, por lo que decidió ir al aseo. Ese era el primer lugar en el que se le había ocurrido refugiarse.

Entró, yendo desesperadamente hacia uno de los lavamanos. Trataba de limpiar la poca sangre que le había salpicado, mientras escuchaba el alboroto que se había montado en la sala de exposiciones. Los chillidos y gemidos acompañaban al sonido de las sirenas. Todo se complicaba. Debía salir de allí cuanto antes, pronto comenzarían a buscar al culpable.
Se frotaba las manos a conciencia. Ya estaban limpias, pero no lo suficiente para él. Se sobresaltó al escuchar abrirse la puerta del aseo. Pudo notar cómo toda la sangre del cuerpo le caía a los pies y respiró aliviado al ver que se trataba de Francisco.

-Buen trabajo –comenzó a aplaudir nada más verlo-. Veo que era cierto lo que decían sobre ti.

No dijo nada. Se limitó a mirarlo y volvió de nuevo a lavarse las manos. Francisco sonreía, no podía ocultar su satisfacción. Todo había salido según lo previsto, y aunque no hubiese salido, él tendría las manos limpias. Esperó pacientemente a que Enrique se aseara. Cuando terminó, estaba impecable. Como si nada hubiese ocurrido, como si él no hubiese tenido nada que ver con todo aquello. Era la otra parte de su trabajo: hacer todo lo posible para pasar inadvertido, y siempre lo conseguía.
Francisco sacó un sobre del bolsillo interior de su chaqueta y se lo entregó. Enrique no esperó a abrirlo, dentro estaban sus honorarios por el trabajo hecho. Lo contó varias veces antes de volverlo a meter en el sobre.

-Aquí no está todo el dinero que acordamos.
-¿No? –se mofó de él-. ¡Ah!, es cierto. Se me olvidó decirte que las condiciones de nuestro trato habían cambiado. Acepta el dinero y lárgate de aquí –le explicó antes de dirigirse hacia la puerta.
-Ese no era el trato. Págueme mi dinero, el que acordamos –sentenció Enrique.
-Y si no lo hago, ¿qué harás? –le replicó volviéndose hacia él-. ¿Matarme? –añadió tras una sonora carcajada.

Enrique dio un paso hacia él sin decir nada más. Se sentía humillado y no permitiría que alguien como él le trata así. Había hecho su trabajo y no quería más que recibir el dinero que habían acordado. Francisco retrocedió al ver que se le echaba encima.

-Da un paso más, sólo un paso más y estás perdido –le amenazó-. Si no salgo de aquí en… -miró su reloj-, aproximadamente tres minutos…
-¿Qué? –le interrumpió-. ¿Qué piensa hacer? ¿Delatarme? ¿Matarme? Usted sabe la reputación que tengo, lo que soy capaz de hacer. Podría matarle aquí mismo, ahora mismo y le seguro que nadie se enteraría. Sabe bien lo que hago, pero no quien soy –le explicó acercándose más a él.

Francisco permaneció atónico al ver cómo se le hundían los ojos, cómo empalidecía su piel y se le marcaban los huesos. Casi podía ver a través de él.
Enrique le asió con sus huesudas manos por el cuello y apretó lentamente. Francisco podía sentir cómo se le escapaba la vida. Con una rapidez y una facilidad inhumanas, Enrique lo mataba suavemente.

Con el poco aliento que le quedaba, Francisco sólo pudo preguntar: -¿Quién demonios eres tú?- Y él, observando su demacrado rostro en los ojos apagados de Francisco contestó: -La Parca.

domingo, 4 de agosto de 2013

La purga: La noche de las bestias

Reconozco que esperaba más de esta película, y de hecho, puedo decir que me defraudó en parte al terminar de visionarla. Pero, tras meditar y replantearme lo que verdaderamente ofrece, creo que tiene una parte positiva por la cual merece la pena ser vista.

Escrita y realizada en 2013 por James DeMonaco, e interpretada por Ethan Hawke y Lena Headey, como cabezas de cartel, La Purga presenta un futuro incierto en el cual la delincuencia toma protagonismo en el día a día de las ciudades de los Estado Unidos. Con las cárceles atestadas y la imposibilidad de combatir a los delincuentes, el Gobierno crea "La purga" que consiste en permitir cualquier actividad criminal, incluso el asesinato, durante una noche al año.
La historia se centra en una familia acomodada que tendrá que hacer frente ante una difícil elección: ser presa o cazador.
Sin duda, es una historia interesante, con un poderoso texto y un subtexto que logra hacernos meditar sobre ciertos aspectos de nuestra sociedad. Aunque en algunos puntos pueda recordar a La habitación del pánico de David Fincher, es sólo un mero espejismo. Esta película tiene alma propia y un claro mensaje para el espectador.

DeMonaco ha tratado bien esta clase de thriller, con el cual siempre hay que tener cierto cuidado y mimo a la hora de realizar o de hacer la puesta en escena para evitar que la película se vuelva demasiado pesada o agobiante.
Prácticamente toda la película tiene lugar dentro de la casa de la familia Sandin pero esto se hace más llevadero para el espectador gracias a la puesta en escena y a las posiciones de cámara.
El constante movimiento de los que permanecen dentro de la casa, en todo momento nos hacen creer que el espacio por el que se mueven, la casa en este caso, es mayor de lo que realmente es, evitando así un sentimiento de agobio y encerramiento. Además, el hecho de que se muevan varios personajes por los pasillos de la casa, al mismo tiempo o por separado, apuntala este recurso.
Otro de los métodos que ha usado DeMonaco en su favor es la oscuridad, bien insertada en la producción por el guión. Gracias a esto, el espectador no puede apreciar la dimensión de las estancias, aunque si bien es cierto que se puede volver contraproducente, ya que no tener referencias, o apenas ver lo que ocurre en pantalla, puede ocasionar agobio o desinterés en el espectador al no ver claramente lo que ocurre ni dónde ocurre. Por lo tanto hay que usar siempre la oscuridad o penumbra con sumo cuidado para lograr lo que realmente se quiere y no lo contrario.
La posición de las cámaras también ayuda, y es que el tener una visión del exterior a través de las cámaras de seguridad, mediante el bien empleado uso de una óptica angular y la colocación en picado de la cámara, oxigenan tanto a los personajes como a los espectadores. Es una ventana al exterior que además informa a ambos de todo lo que ocurre.

El trabajo del realizador ha sido correcto, acompañando, y afianzando, mediante técnicas audiovisuales lo que narra el guión y la buena puesta en escena. Aunque no llega a contagiar de manera absoluta al espectador de la tensión que sufren los protagonistas. No logra transmitir esa angustia como bien lo hizo Buried de Rodrigo Cortés y esto, bajo mi punto de vista, es debido a la falta de intensidad tanto en el guión como en la realización del mismo.
Y es que el guión, en algunos momentos, se torna previsible, y algunas acciones demasiado forzadas. Quizá se deba a que este tipo de thriller va estando más que trillado y habría que innovar en ciertas cosas. Aun así, vuelvo a alabar todos los temas tratados en esta producción.

La falta de banda sonora en muchos puntos claves de la película hacen que aumente la tensión ya que, en muchas ocasiones, la mejor banda sonora son los sonidos directos o la propia voz de los actores cuando hablan sobre algo relevante. En esta producción se da el caso.
Por ello, creo que la banda sonora ha sido empleada cuando era necesario, sin abusar de este recurso utilizándolo gratuitamente, sino cuando realmente puede aportar algo. Los silencios también están muy presentes y, además de ser un reflejo de lo que sienten los personajes en determinados momentos, ayudan a reforzar la trabajada ambientación que se da en cada secuencia.

En lo que a efectos especiales se refiere, hay los justos y precisos. Esta producción no destaca por estar saturada de efectos especiales sin sentido. Todos los efectos están justificados por guión y son bastante realistas.
Al que espere que el morbo sea el protagonista, decirle que este no es de ese tipo de películas donde la sangre y las vísceras decoran todo el escenario. No se emplean tales técnicas para implantar temor y horror al espectador, sino más bien la psicología. El uso de un terror universal, como es el que unos extraños entren a tu casa invadiendo tu intimidad y causando sufrimiento a tu familia, y que está muy presente en nuestros días.

Hay quien puede pensar que el protagonismo de esta historia recae sobre James Sandin, pero esto no es del todo cierto. El protagonismo está bien repartido entre los cuatro miembros de la familia Sandin, ya que son ellos quienes deben enfretarse al antagonista de una forma directa. Aunque también es cierto que sobre el personaje que más peso recae es James Sandin.

James Sandin, interpretado por Ethan Hawke, es un afortunado hombre de negocios y padre de una familia acomodada. Parece ser la típica persona que tiene todo bajo control, hasta que la noche de La Purga todos sus planes se desmoronan, obligándole a escoger entre dos opciones que le suponen un dilema moral.
Ethan Hawke es un actor polivalente, puede encarnar a la perfección a un personaje en una producción independiente o ser el protagonista de una gran producción de Hollywood. Es, sin duda, un actor con una gran trayectoria. Ha trabajado en películas que han sido un verdadero éxito, pero, como otros tantos actores, no ha logrado ese estatus de superactor del que todos hablan y al que todos quieren tener en sus producciones. Aun así, es una apuesta seguro para cualquier papel.
En algunos momentos de esta película parece inexpresivo, no logra transmitir al espectador lo que siente ni por lo que está pasando su personaje. Pero a nivel general su actuación es correcta, como siempre, y consigue transmitir el complejo dilema al que se debe enfrentar su personaje.

Otro de los rostros conocidos es Lena Headey, que interpreta a Mary Sandin, la mujer de James. Este personaje actúa como acompañante del protagonista, sin decisiones propias ni un carácter demasiado marcado, hasta prácticamente el final de la película, cuando retoma el control sobre sí misma y actúa acatando el rol de su marido.
Esta actriz ha sabido adaptarse a su personaje, añadiéndole pequeños detalles que ya mostrado cuando encarna a Cersei Lannister en Juego de Tronos. En esta producción muestra un rostro más amable, el de una ama de casa popular en su comunidad y una madre moderna, protectora de sus hijos. Lena interpreta este rol con naturalidad, sin llegar a resultar demasiado exagerada en su actuación ni tratando de destacar entre el resto de personajes.


Los hijos de esta pareja, interpretados por Max Burkholder y Adelaide Kane, no son más que meras herramientas que contribuyen a encender la mecha de los problemas a los que se debe enfrentar la familia Sandin. Son niños malcriados que han recibido todo cuanto han querido sin dar nada a cambio y a los que se les ha confiado demasiadas responsabilidades.
Adelaide encarna a Zoey Sandin, una adolescente problemática y egocentrista que sólo atiende a sus necesidades. Mientras que Max, se encarga del papel de Charlie Sandin, un niño creativo pero encerrado en sí mismo, al cual su bondad le juega una mala pasada.
Dos personajes que intervienen directamente en todos los procesos, desde la creación del problema hasta prácticamente la resolución.
Aunque en algunas situaciones su interpretación se ve forzada y demasiado exagerada, logran adaptarse a la historia y al resto de personajes. Algunos de sus actos no son los comunes en jóvenes de esa edad, pero el espectador lo asimila por localizarse la historia en un espacio temporal diferente al que vivimos actualmente.

Otro de los personajes clave en esta historia es la asustadiza presa, Edwin Hodge, el motivo por el cual los Sandin se enfrentan a diversos dilemas y problemas. Edwin interpreta a un hombre asustado al que persigue un grupo de jóvenes que quiere ejercer su derecho a la Purga, y que se presenta en casa de los Sandin, golpeándoles con la cruda realidad que se vive en las calles durante la noche de la Purga. Él es el germen que se clava en la conciencia de esta familia y que les hace meditar profundamente sobre si verdaderamente es justa la Purga.
La interpretación a cago de este actor es correcta, no sobreactúa ni se muestra demasiado artificial ante cada una de las situaciones que debe vivir.

Rhys Wakefield es el antagonista de la película. Se mete en la piel del líder del grupo que persigue al hombre que busca cobijo en la casa de los Sandin. Un joven de familia adinerada que busca diversión, mediante el asesinato, en la noche de la Purga. Un caprichoso que tiene todo en su mano para vencer. Sin escrúpulos y sin moral, una verdadera bestia que logra transmitir terror mediante sus gestos y sus palabras, tanto al espectador como al resto de personajes.
Rhys hace una buena interpretación, quizá demasiado exagerada en algunas secuencias, pero a su vez es entendible como una parte más de la curiosa personalidad de su personaje. Se siente seguro y nos ofrece un villano memorable, aunque con demasiados clichés. Sin duda, es un pilar fundamental de esta producción.

De esta película, cabe destacar el controvertido tema que trata. Es una especie de advertencia, una visión sobre el rumbo que está tomando nuestra sociedad, en la que cada vez está más presente la violencia y el maltrato, en la que muchos crímenes quedan impunes, en la que a muchos presos se les concede un indulto injusto. Una sociedad abocada a la autodestrucción.
¿Sería la purga una solución contra el crimen o lograría un efecto contrario? ¿Seria moralmente correcto? ¿Hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar por proteger nuestra vida y la de nuestros seres queridos? Y es más..., ¿seríamos capaces de asesinar a otra persona y no sentirnos culpables? Estos son los dilemas que nos presenta esta producción.
Un buen mensaje, un buen fondo, maltratado por un guión lleno de clichés. Una buena idea desaprovechada, eso es lo que es esta producción. Un producto con muy buena pinta pero que al abrirlo, huele a lo de siempre. Creo que el realizador se ha tropezado con su propio guión, ahogando todo lo bueno que había en él. Ha querido transmitir demasiadas cosas, algunas con más fortuna que otras, y esto resulta asfixiante para el producto final.



Lo que le ocurre a James Sandin es una metáfora de los errores que comente tanto en su vida personal como en la profesional. El cambio de rol, ya al final de la película, de Mary Sandin simboliza la victoria de lo correcto, por muy duro que sea conseguirlo.
Otro detalle a tener en cuenta es el de las máscaras con las que tapan los asesinos sus rostros para evitar ser reconocidos. Y es que aunque sea algo permitido, e incluso esté bien mirado por toda la sociedad, un asesino siempre será mal mirado incluso por sus semejantes.
Algo que también llama la atención es la protección de los políticos ante la Purga, los cuales pueden vivir tranquilos ya que no serán juzgados por el pueblo. Esto es algo similar a lo que pasa en la actualidad, los políticos están libre de todos los crímenes que cometen. Se protegen entre ellos con leyes que ellos mismo crean. Un reflejo de al sociedad actual y de lo que puede llegar a ser.

Esta producción se presentaba como algo interesante, una opción a tener en cuenta a la hora de ir al cine. Pero tras verla sólo se puede sentir decepción. A pesar de que hay factores que le son favorables, los clichés, y una realización regular, terminan ahogado a esta producción, convirtiéndola en una más de las muchas que hay de este tipo.
Logra, a medias, lo que se propone. El mensaje que transmite no es suficiente para que sea buena.