miércoles, 30 de diciembre de 2015

Breaking Bad

Una obra maestra. Sólo esa frase bastaría para describir la serie Breaking Bad de Vince Gilligan. Y es que pocas series han logrado superar mis expectativas de la forma en la que lo ha hecho ésta. He disfrutado y sufrido a partes iguales. Ha sido toda una experiencia ver cada capítulo e ir descubriendo una historia apasionante llena de giros argumentales y unas tramas envolventes en las que unos personajes carismáticos se desenvuelven con total naturalidad.

La esencia de la historia radica en cómo una persona se puede corromper con facilidad cuando el poder le abruma y en que el fin no justifica los medios por mucho que se intente. Pero no sólo de eso vive Breaking Bad. Las subtramas que complementan a la trama principal versan sobre temas tan dispares como la convivencia que mantiene una familia desestructurada, el deterioro de las relaciones, la separación emocional existente en un matrimonio, la superación personal, conflictos laborales y personales... Las idas y venidas de ciertos estereotipos que hay en la sociedad americana son parte fundamental que sirve para alimentar la historia y sustentar a los personajes. Pero si hay algo que se mantiene durante toda la serie es la lucha entre el bien y el mal, en cada temporada encarnado por diferentes rivales que mantienen los mismos objetivos.
El trabajo de los guionistas ha sido magnífico al ponernos en un dilema moral por hacernos empatizar con un protagonista que cubre el rol de villano. Una estrategia que está funcionando bastante bien y con la que se consigue crear protagonistas con un carácter muy bien definido y una intrahistoria bastante compleja, cuyo carisma hace que lo idolatremos sin cuestionarnos ninguna de sus acciones.
La lealtad es un factor primordial en la toma de decisiones del protagonista y lo que propicia muchos de los conflictos con los que debe lidiar.
La complejidad ascendente de su historia crea situaciones inverosímiles que logran poner al protagonista en apuros en bastantes ocasiones, de las que consigue salir con tal astucia que no hace más que aumentar nuestra admiración por él. Esto también sirve para mantenernos enganchados capítulo tras capítulo.

La realización, llevada a cabo por diferentes directores (algo muy común), es compacta y llevada a cabo bajo un mismo método para no romper la linealidad marcada durante toda la serie, aunque cada director le da un toque especial que le hace distinguible del resto.
El empleo de planos arriesgados queda relegado a momentos importantes o que necesitan de dichos planos para complementar así la narración, siendo en su mayoría tomas muy comunes que ensalzan la belleza de las acertadas localizaciones para ubicar la historia, para apoyar lo que nos cuenta el guión o para retratar de forma sutil, y cediendo toda importancia, a personajes y acciones.
Los colores cálidos predominan, siendo el dorado el que invade cada plano y apoyando la sensación que transmite el entorno en el que se localizan las acciones, las cuales han sido tratadas de una forma respetuosa, ya que abundan los planos generales para situarnos y mostrar los infinitos y bellos parajes desérticos.
En cuestión sonora, se ha cuidado el realismo de todos los efectos para que casaran a la perfección con la imagen. El empleo de música es anecdótico y relegado a su aparición de forma activa en la trama. Algo muy acertado, ya que los silencios procuran tensión y amplían las emociones de los personajes.

Y claro, como no puede ser de otra manera, no se puede hablar de Breaking Bad sin mencionar a Bryan Cranston, que se encarga de encarnar al protagonista, Walter White. Cranston se ha coronado con este papel del mismo modo que lo hicieron otros actores cuyas carreras no tomaban el impulso suficiente como para ser reconocidos a nivel mundial. Cranston ha forjado una personalidad vibrante que ha sido capaz de hacer evolucionar a lo largo de la serie de una forma magistral y sin fisuras. Su personaje se adapta cual camaleón a las diferentes situaciones por las que pasa. Ha sabido reflejar en todo momento las emociones de Walter mediante una gesticulación precisa y una actitud providencial. Con su excelente interpretación, Cranston no sólo se convirtió en un pilar fundamental de la serie sino que ha conseguido pasar a la historia, algo que, sin duda, le ayudará de forma positiva en su carrera.
Aaron Paul, en el papel de Jesse Pinkman, consigue que lo amemos tanto como que lo odiemos. El actor ha sabido transmitir la incertidumbre y la desdicha que sufre su personaje. Este papel le ha servido para dar un puñetazo sobre la mesa y colocarse como una de las estrellas emergentes en los últimos años.
Otros personajes principales de renombre son Anna Gunn o Dean Norris, este último bastante activo con pequeñas aportaciones en otras series. Sin duda, estamos ante un elenco a la altura de las circunstancias, cuyos personajes se basan en estereotipos comunes y afrontan sus propias tramas con solidez, enriqueciéndolas y apoyando a los personajes principales.



Breaking Bad es una de esas series que brilla con luz propia y ha sido capaz, por méritos propios, de pasar a la posteridad como una de las mejores de nuestro tiempo. Su argumento es explosivo y siempre guarda alguna sorpresa o algún giro con el que consigue mantenernos pegados a la pantalla y desear devorar un capítulo más.
Se trata de una serie muy humana, muy real. Donde las sensaciones traspasan la pantalla hasta golpearnos. Con unos personajes muy bien construidos e interpretados por unos actores que han sabido exprimirlos hasta lograr sacar lo mejor de ellos.
Y lo mejor es que no se trata de una historia vacía. Cada capítulo guarda una pequeña moraleja, una lección más o menos relevante.
Si aún no has visto esta serie, no sé qué estás haciendo que no corres a verla.

domingo, 27 de diciembre de 2015

La magia de la música

Una madre abrazando a su hijo. Un chico robando un beso a su acompañante. Un hijo disfrutando con la sonrisa de su madre. Con los sentidos desbordados, las emociones estallan.
El brillo de los instrumentos bajo los focos era hipnótico; la música que de ellos manaba, embriagadora. No hay techo para tanto talento, del mismo modo que no hay palabras para describir lo que nos hizo sentir la Banda Municipal de Herrera del Duque en el Palacio de la Cultura.
Volaban los dedos sobre sus instrumentos, que escupían directos a nuestros corazones sus notas haciendo que nos sintiéramos flotar en un mar de sensaciones. Los pies bailaban inconscientes bajo cada asiento del abarrotado teatro. Los rostros reflejaban felicidad con los ojos abiertos de par en par, incrédulos ante lo que acontecía ante ellos.
¡Lo han vuelto a hacer! -gritábamos todos en silencio. Pues volvieron a sorprendernos, a maravillarnos, con cada pieza, tras la cuál el respetable les brindaba a esos pequeños grandes artistas una ensordecedora ovación, más que merecido premio a tanto trabajo y pasión.
Y al talento mismo se sumaron las sorpresas, esas a las que tan acostumbrados nos tienen ya estos chicos y su director. ¿Quién dijo que una máquina de escribir no podría hacer música? Sí. Ellos sí que pueden. Ellos lo puede todo como artistas que son. Porque en ellos reside el don de crear algo tan mágico con lo que poder tocar el alma de cualquier ser.
El alma y el cuerpo se abrazaron en una noche para el recuerdo, pues ellos lograron lo imposible superándose una vez más.
Mete cuerda, maestro, y alcanzarás el súmmum. Sé que en el próximo concierto con el que tengáis el placer de deleitarnos, volveréis a conseguirlo. Volveréis a llevarnos al paraíso sin que tengamos que movernos de nuestros asientos.
Gracias, una vez más, por tanto a cambio de tan poco. Y que continúe el espectáculo durante muchos, muchos años más.

jueves, 3 de diciembre de 2015

La momia de Anne Rice

Debo reconocer que he redescubierto a esta autora. Siempre me ha gustado cómo escribe Anne Rice, su forma de describir las situaciones o los lugares, incluso cómo crea a sus personajes. Lo hace de una forma simple, sin rodeos ni parafernalia innecesaria, pero dando los datos suficientes mediante las acciones o el diálogo como para que imaginemos a la perfección tanto lo que ocurre como la personalidad de sus personajes.
Ella no se limita a crear un mundo en el que unos personajes viven una historia sencilla. Ella crea personajes complejos que viven situaciones diversas; emociones y sensaciones que traspasan las páginas hasta llegar a nosotros. Crea vida, con todo lo que ello conlleva.
Me ha sorprendido comprobar que esta autora ofrece mucho más que una apasionante historia de vampiros. No sólo cambia el registro manteniendo la esencia de su estilo sino que lo adapta a una nueva trama con éxito.

En esta novela, La momia o Ramsés El Maldito, nos traslada a Londres, y luego a Egipto. Nos invita a un viaje en el tiempo, o más bien a dos. Hace que nos llenemos los zapatos de tierra al ayudar a su protagonista en el descubrimiento de una antigua momia que encierra demasiados misterios. El asesinato de uno de los personajes será el detonante de una historia inquietante y llena de sorpresas, de giros argumentales, en las que varias tramas se entremezclan dando lugar a una novela rica en contenido que no dejará indiferente a nadie.
Los personajes carismáticos y con inquietudes, dotados de diferentes y naturales personalidades, se desenvuelven con soltura en un mundo complejo en el que tienen lugar acciones un tanto surrealistas que mantienen ese punto interesante que permite mantenernos conectados con la historia en todo momento.
Anne Rice, como ya nos tiene acostumbrados, emplea elementos sobrenaturales para transmitir mensajes vitales sobre las relaciones interpersonales y que se mantienen con uno mismo. La moraleja de esta historia versa sobre lo que es correcto y lo que no lo es, sobre cómo la toma de decisiones afecta a nuestras vidas y a la de nuestro prójimo, pero también sobre cómo gestionar un gran poder.
La autora no se limita a contar una historia rozando lo superficial sino que profundiza en temas tabúes de una época convulsa en el que el mundo comenzaba a progresar. Describe con bastante acierto esta época con todo detalle, por lo que consigue que todo sea compacto, verosímil y comprensible.
Su estilo está bien reflejado y se antoja sencilla de leer. No incluye palabras rebuscadas ni hace hincapié en lo innecesario. Lo que la hace una novela apta para cualquier público y de lectura amena.

La momia resulta interesante y nos mantiene pegado a sus hojas desde el comienzo. Es una novela recomendable para todos aquello a los que les gusten las historias que incluyen misteriosos asesinatos, elementos históricos y sobrenaturales. Es de ágil lectura y fácil comprensión, por lo que no supone mucha dificultad para un público general o que no es demasiado exigente.