lunes, 28 de marzo de 2016

Ira de titanes

Innecesaria. Sin lugar a dudas, una de esas secuelas que confirma que algunas segundas partes nunca fueron buenas. No sólo cae en los mismos errores que su predecesora sino que no mejora ningún aspecto. Prima de nuevo la espectacularidad en las acciones sobre un guión complejo que nos invite a reflexionar o que realmente resulte interesante.

En esta ocasión, Perseo debe salir de su retiro como apacible pescador junto a su hijo para evitar que Cronos tome el control sobre la tierra. Un pretexto del que se sirven para desempolvar los efectos digitales y los acrobáticos combates a la hora de crear una segunda parte tan nefasta como la primera.
El argumento vuelve a asentarse sobre los tópicos del género. Tenemos a un héroe derrotado por sus inseguridades que debe enfrentarse a un reto imposible durante el cuál descubre el significado de su existencia. Así como esos personajes ambivalentes que tan pronto están a un lado de la trinchera como al otro o la tan empleada traición, que sirve como un recurso fundamental y que, en este caso, aporta algo de profundidad a la historia. Con todo ello, se trata de apelar a esos valores intrínsecos del género tales como la valentía, el honor y la lealtad para tratar de llegar a nuestros corazones, algo que queda en mero intento por pasar de puntillas por aquello que resulta en verdad relevante, dotando de importancia lo superficial. Entre tanto, se vislumbra, más por la tensión sexual que por otra cosa, un romance que no cuaja en ningún momento salvo en la parte final y de una forma fugaz. Insuficiente y casi incoherente por no haber trayectoria alguna que lo justifique.
Es un guión vacío cuya única finalidad es entretener. No nos plantea reto alguno ni nos hace conectar con los personajes más allá de lo necesario. Por otro lado, todo parecido con la realidad mitológica queda en pequeños detalles y de forma muy general, algo que perjudica aún más a la historia ya que no tiene la profundidad necesaria que hubiese conseguido de ser más fiel al mito en que se basa. Lo que también se ve afectado por unos diálogos más dignos de una era contemporánea que de la antigua Grecia, faltos de reflexiones y de musicalidad.

No cabe la menor duda de que es en los efectos digitales en el apartado que esta producción gana más enteros. Los seres mitológicos (de nuevo, un número demasiado escaso) a los que Perseo se enfrenta están muy logrados y presentan un aspecto bastante interesante que huye de lo mostrado en este tipo de producciones, ofreciendo un resultado muy original en cuanto a su diseño y estética. Estos seres se desenvuelven con fluidez por unos magníficos entornos recreados, que guardan cierta fidelidad a los parajes en los que se pudo haber desarrollado la historia.
La espectacular puesta en escena no es acompañada en todas las ocasiones por una dirección que en ciertas partes parece cortar la fluidez con la que la acción transcurre. Si bien es cierto que el realizador, Jonathan Liebesman, se aleja de la estética de la primera parte dotando a esta de su propio estilo, quizá menos oscuro y temerario, y más cercano a una aventura de superhéroes en mitad de una batalla que de seres divinos mostrando su poder. Y por ello, intenta transmitir la majestuosidad de esos seres mitológicos y el entorno con cierto atino en los planos estáticos, así como los movimientos ágiles de los actores en la batalla con los planos en movimiento, algo que por el contrario dista un poco de un resultado digno para este tipo de producción. Un intento de cámara en mano para algunas de las acciones, tratando de dar más ritmo del necesario, supone el punto final al intento por levantar una franquicia que ya nació muerta.
La banda sonora sigue la línea de la primera parte. Ruidosa y épica a partes iguales; piezas tan monumentales como el Titan que emerge a la tierra. Navarrete ha dado en el clavo con una composición variada y muy bien adaptada para cada momento. Es una verdadera lástima que el resto no acompañe tan bien.


En lo que a los personajes supone... Todos siguen en su línea. Nada creíbles. Sin una personalidad carismática que nos haga empatizar con ellos. Una pena ver a grandes actores en tal desidia interpretativa en la que se ven atrapados por representar unos papeles faltos de profundidad, personalidad y no con más inquietud que la de salvar sus propios culos. No transmiten sentimientos ni sensaciones. Parece que pasan de largo, tratan de cubrir el expediente y poco más. Se limitan a contar una historia de una forma tan superficial como la propia historia. ¿Se les puede culpar? Probablemente no.

No entiendo la existencia de tal película. No mejora nada, no innova en nada y no incluye nada nuevo. Quizá sirva como puro entretenimiento palomitero una de esas aburridas tardes en las que no sabes cómo malgastar tu tiempo, pero poco más.
No han sabido profundizar en aquello que se antoja vital y que puede suponer de cierto interés para el espectador. Todo aquello que trata lo hace a medias, como pasando de puntillas por miedo a pecar o fallar. Bien podría tratarse de una crítica a la falta de fe que tiene lugar en la actualidad, a la caída de las deidades en favor de lo material y del propio ser humano. Se podría incluso interpretar como las consecuencias que recaerán sobre nosotros al derrocar a las deidades en favor del "mal" que suponen algunas de nuestras costumbres, así como del peligro constante que supone el cambio climático, que nos acosa cual titan. Por desgracia esto pasa desapercibido, pues esta producción se centra más en su parte bélica que en los motivos que la produce.
Lo mejor son los seres mitológicos y la originalidad con la que se han creado sus diseños. Lo peor es su propia existencia y lo vacía que es.
Con sinceridad, no espero una tercera parte; pero si aparece, debería ser mejor que las dos anteriores. De no ser así, mal vamos.