Recuerdo el proceso como un ritual. El dependiente nos recomendaba películas y nos hablaba de ellas. Yo escuchaba con atención y la curiosidad de un niño. ¡Era fascinante!
Volvíamos a casa con una sonrisa y chucherías para acompañar la sesión de cine. A veces, sobretodo con la segunda película, el sueño me vencía mientras la veíamos, pero mi tío la paraba y me la ponía al día siguiente. Luego, la llevábamos de vuelta al videoclub y cogíamos otro par de películas. Como digo, todo un ritual que me inició en este maravilloso mundo y que sembró en mi no sólo la pasión por el gremio sino la vocación por la profesión.
A día de hoy, estoy ayudando a David Díaz a realizar un documental que trata sobre la distribución del cine en nuestro país. Y hemos realizado ya algunas entrevistas a dueños de videoclubs para que nos den su opinión sobre el tema y nos hablen desde su experiencia.
Me he encontrado con locales atestados de películas, apiladas en torres. Otros, tenían sus instalaciones un poco, sólo un poco, mejor ordenadas. Pero algo era común... Los gerentes eran tan viejos como estas tiendas y los clientes, los fieles de siempre. Pocos jóvenes, la verdad.
Esto me hizo reflexionar sobre algo.
Es evidente que la vida de los videoclubs físicos tal y como los conocí hace ya más de 20 años (qué viejo soy...) está llegando a su fin. Ya empezó el declive cuando cerró la conocida franquicia Blockbuster en 2006 en nuestro país, pero los videoclubs de toda la vida aún se mantienen en pie. Aunque si bien es cierto, muchos de estos se mantienen más por la pasión de sus gerentes que por la cantidad de películas que alquilan, pese a que muchos de sus socios acuden a estos establecimientos para continuar con ese mágico ritual de alquilar una película y escuchar las sugerentes del gerente, no es suficiente.
Pero... ¿Qué ha pasado? Ha pasado lo evidente. Muchos culpan a la piratería, que su parte de culpa tiene, claro, pero no sólo se debe a la piratería que los videoclubs físicos hayan perdido fuerza en el mercado del alquiler o compra.
Me percaté de que de 10 clientes que entraban a estos videoclubs, tan sólo 1 o 2 eran jóvenes. Y esto no quiere decir que no acudan los jóvenes porque no alquilan. Quiere decir que las nuevas generaciones buscan otros métodos para alquilar películas.
Con la llegada de Netflix y otras plataformas digitales de alquiler que ofrecen una gran variedad de títulos a un precio asequible de tarifa plana, ahora disponemos del valor añadido de la comodidad de tener miles de títulos a la distancia en la que se encuentre nuestra mano del mando, y como digo, a un precio bastante atractivo. Esto, junto con la renovación constante del catálogo y la producción propia de estas plataformas, hacen que los videoclubs se hayan convertido en lugares casi obsoletos, de culto para algunos, en los que los jóvenes no encuentran su lugar, más que nada porque no necesitan ir a estos lugares en busca de entretenimiento pudiendo disponer de ello en casa.
Lo curioso es que la propia Blockbuster tuvo la oportunidad de comprar Netflix en su día, pero desechó tal idea por pensar que era algo sin futuro. Una lástima, ya que ellos mismos cavaron quizá su propia tumba.
Hay quien piensa que el cine y la incorporación de mejoras técnicas de éste tienen que ver con la caída de los videoclubs. Yo no lo creo así. Los videoclubs no podrían existir sin el cine. Quizá la imposición de la televisión y la programación de las cadenas si tenga algo que ver, pero tampoco demasiado, ya que no han empezado a ofrecer contenido a la carta hasta hace unos años. Mucho después del declive de estas empresas.
Los videoclubs siempre quedarán en mi memoria como un lugar de culto al que hay que guardar respeto y a los que debemos desear una muerte digna. Algunos de estos videoclubs se han sabido reconvertir, bien ofreciendo otros servicios como cafetería, alquiler de videojuegos o servicio online de sus productos. Otros se encuentran en una caída libre al vacío, manteniendo sus costumbres al recibir a sus clientes con una agradable sonrisa y una buena recomendación o crítica de la película que han escogido.
Lo importante es que ese momento mágico del ritual de escoger película, preparar las palomitas y sentarte a ver una película, nunca muera.
Y tú, ¿Eres mas de videoclub o de Netflix?