lunes, 29 de junio de 2015

No habrá paz para los malvados

Tiene un arranque potente que se diluye en sus farragosas teorías. Una historia insulsa que se enreda en nimiedades y tarda en explotar lo que en verdad interesa. Urbizu nos atonta a base de cubatas para asestarnos un fuerte puñetazo al final que nos deja con cierta indiferencia.

No habrá paz para los malvados no hace justicia a su título. Descubrimos una historia policíaca, dura en contados momentos; dispersa en el resto, en el que un policía un tanto desaliñado se ve involucrado en un crimen. Al huir uno de los implicados, él trata de encontrarlo. A su vez, una jueza investiga este crimen que resulta ocultar algo más.
Nos encontramos con un guión plagado de clichés, demasiados. Tanto algunas acciones como ciertos diálogos son más que previsibles. Así como se emplean demasiados elementos del tipo de cine al que pertenece, lo que hace que en momentos resulte evidente lo que va a tener lugar. Incluso, algunas secuencias se pueden obviar por aportar poco o nada tanto a la trama como a los personajes, lo cuales no evolucionan ni crecen. No se dirigen hacia ninguna parte. Sólo se mantienen imperturbables de principio a fin. 
Únicamente el giro argumental, que nos hace descubrir que algo se oculta tras una trama nada interesantes, es lo que nos mantiene expectantes. El resto de tramas no potencian la principal e incluso no concretan ni concluyen, ni si quiera sirven para enriquecer la historia, sólo la acompañan aportando ciertos matices de vital importancia para su desarrollo. 
Diálogos vacíos, simples, que no desarrollan nada y que acompañan unas acciones medidas y acordes al género que nos guían hacia un final más que esperado.
Pese a su título, el mensaje que esta producción transmite es muy confuso. Y todo es debido a la falta de concreción y a la de un análisis más complejo de personajes y situaciones. Cuando termina la película quedamos con una absoluta sensación de indiferencia debido a la falta de conexión con los personajes por puro desconocimiento de los mismo. No llegamos a conocer a los personajes, su historia o de donde vienen, y esto hace que no sintamos nada hacia ellos ni la situación por la que pasan. Cierto es que algunos detalles no sirven para conocer algo de algunos de ellos, pero son tan dispersos y tan medidos que no se logra el efecto deseado. Si bien el final deja claro el sentido del título de esta producción, poco más a lo largo de ella lo hace.
En cierto modo, se puede tratar del reflejo borroso de algo que ocurrió y que dejó una profunda cicatriz en nuestro país. Un vistazo a cómo se desarrolla un atentado y como las apariencias, en algunas ocasiones, engañan. Se oculta entre líneas una feroz crítica al sistema interno de la policía y lo que ocurre con algunos casos.

Por otro lado (no todo va a ser malo), la realización es más que acertada y adecuada para este género cinematográfico. Urbizu emplea una composición atractiva intercalando todo tipo de planos para narrar la historia y ser consecuente con lo que acontece. Incluso apuesta por movimientos de cámara aberrantes, como ya al final, que sirven para potenciar y trasladar sensaciones. En este aspecto arriesga y gana.
La puesta en escena hace que todo fluya con cierta dinámica y frenetismo. Algo que incluso queda vigente en los planos fijos, donde los movimientos internos de cada planos resultan explosivos.
Otro elemento que contribuye a crear la atmósfera de esta producción es la ambientación, con la que logra que nos translademos a ese Madrid de extraradio, conflictivo y peligroso que aparece en cada plano. La estética ruinosa y sucia suele dejar paso a una más pulcra y meticulosa en un cambio de localizaciones que resulta quedar bastante decente y creíble. Los decorados y localizaciones han sido cuidados para darle ese toque de realismo a la historia.
Los efectos especiales están bien integrados, empleándose sólo en los momentos adecuados para aportar realismo a ciertas acciones sin caer en excesos innecesarios que puedan ensuciar la imagen que se respeta durante toda la película.
La estridente banda sonora junto con los prolongados silencios, siguen la tónica de lo visual, compactandolo todo.


Si algo más cabe destacar es la verosímil actuación de Coronado. Quizá la conseguida caracterización potencie y facilite su labor metiéndose en la piel de Santos Trinidad, pero está claro que le pone lo más importante, el alma, y eso se hace notar desde el minuto uno. Nos olvidamos de Coronado y conocemos a Santos. Su aspecto y actitud son claves para que el protagonista llame nuestra atención. El problema es que le falta profundidad al personaje para que lleguemos a conectar con él, pero es un escoyo que Coronado ha sabido esquivar para dejar patente su estado de gracia en esta película.
Rodolfo Sancho y Juanjo Artero, dos pesos pesados de nuestro cine, flanquean a Coronado con una participación correcta pero poco vistosa. Dejan el protagonismo por completo a Coronado sin llegar a brillar en sus respectivos papeles, sólo siendo correctos escuderos. Pero esto no quiere decir que nos regalen esos detalles que los hacen ser grandes actores.


Esta producción se antoja sosa, falta de algo de chispa que la haga vibrar con la misma fuerza con la que vibra su protagonista. Con una trama principal que se enreda cada vez más hasta estallarnos en las narices sin previo aviso y unas tramas secundarias que casi pasan desapercibidas y de las que se podía haber conseguido sacar algo más, quedando inconclusas la mayoría. El final abierto sigue la tónica desconcertante que marca toda la película. La falta de concreción en todo la hace distante y no logra transmitir el mensaje completo ni de forma contundente. Es larga, demasiado larga. Y espesa por momentos. Por lo que algunas secuencias se hacen interminables y nos da la sensación de que muchas de ellas sobran. Los efectos especiales, esos planos generales tan bellos o los esperpenticos movimientos de cámara son de lo mejor de la película.
Un excelente Coronado trata de echarse la producción a las espaldas pero, dada la superficialidad de su personaje, sólo consigue hacer meritoria su interpretación.
No habrá paz para los malvados me ha defraudado. Lo cierto es que esperaba algo más y me da la sensación de que se han quedado a medias, que muchas cosas se han quedado en el tintero por falta de profundizar en ellas. Es entretenida y en ciertas partes interesante, pero no consigue enganchar o entusiasmar como otras. Es una lástima que una gran realización y una estupenda actuación queden ensombrecidas por un pésimo guión que no deja de caer en clichés.

domingo, 21 de junio de 2015

Mejor, imposible

No hay palabras para describir lo que tuvo lugar anoche en el Palacio de la Cultura de Herrera del Duque. Cuando parecía que La Banda de Música de Herrera del Duque no podía crecer más, lo hizo de nuevo ofreciendo un emocionante concierto que permanecerá por mucho tiempo en la memoria de un servidor y de todos los asistentes.
La Banda, nuestra Banda, inundó el Palacio de color, magia, emociones y sensaciones transmitidos por la perfecta unión del engrasado grupo del que se compone. Y es que quedó más que notorio que cada uno de los ilusionados músicos se dejó la piel y el alma para conseguir encogernos el corazón con cada una de las piezas, ¡y vaya si lo consiguieron! Todo el respetable se mantuvo en silencio, deleitados en todo momento por esa música llena de matices y vida que lograba crear la mezcla de todos los instrumentos, hasta las merecidas ovaciones al finalizar cada tema.
Un espectáculo sin igual, un concierto sin precedentes. Algo especial y único, al alcance de muy pocos, eso es lo que logró crear nuestra Banda. Primero con unos temas populares con los que comprobamos la fuerza y pasión que imprimen todos sus miembros a cada pieza, y una segunda parte compuesta por Bandas Sonoras de películas que fueron interpretadas de forma sublime y muy bien acompañadas por un vídeo con las mejores escenas de cada película que realizó Mario Murillo, componente de La Banda. Todo un lujo para los amantes del cine y la música, entre los que me incluyo. Pero ahí no quedó todo, tras casi dos horas (sí, DOS HORAS) de concierto, el Palacio se vino abajo con una sonora ovación a tan bello espectáculo para pedirle a su director una más. Y no sólo hubo una más. Tocaron dos piezas de dos famosas películas, Titanic y Aladín, y, para finalizar, el director nos sorprendió a todos cuando echó a correr hacia la batería mientras los miembros de la banda se colgaban unos collares de flores al cuello para interpretar una canción llena de vitalidad y alegría como es "Bajo del mar" de la película La Sirenita. Un final increíble y emocionante para todos. Además, ya al final, Isidro Parejo, director de la banda, nos dirigió unas acertadas palabras reivindicando el importante papel de la Banda de Música en el pueblo y agradeciendo el apoyo de la administración local, así como poniendo en valor el sacrificio y la labor de los chicos que componen La Banda.

La Banda de Música de Herrera del Duque consigue dejarnos boquiabiertos con cada concierto. Tanto con la interpretación de las piezas como con la composición del concierto. Comenzó siendo un sueño y han conseguido que sea una realidad. Un proyecto firme que continúa su progresión, pues estos chicos, nuestros chicos, no tienen techo. Ellos son el alma de todo un pueblo que les escucha con ilusión y emoción. Ellos son el orgullo de todos los herrereños, pues al escucharlos no podemos sentir otra cosa.
Como bien dijo Isidro, tenemos banda para 100 años. Yo creo que te quedaste corto, amigo Isidro. Tenemos banda de por vida porque su arte perdurará a los siglos y a la memoria gracias a la labor de personas como tú, y al esfuerzo, pasión y trabajo de chicos como los que diriges.
Me parece increíble que algo así sólo haya costado 3€. Con sinceridad, habría pagado gustoso mucho más porque así lo merece.
Los que tenemos el placer de disfrutar de vuestra música sólo podemos daros las gracias y desearos una larga y próspera vida.

GRACIAS, BANDA DE MÚSICA DE HERRERA DEL DUQUE.

lunes, 15 de junio de 2015

El pájaro cantó

Los delitos prescriben, pero al parecer los tweets no. Así que cuidado con lo que escribís en las redes, no vaya a ser que el día de mañana no podáis ser concejales, diputados, alcaldes o presidentes del gobierno por un fatídico tweet que escribierais en vuestra adolescencia. Resulta, cuanto menos, indignante que alguien que apenas ha tomado posesión de un cargo deba dimitir por algo que escribió en una de sus redes sociales hace ya unos cuantos años. Cuánto no habrán tenido que rebuscar para sacar algo así... Y es que las malas artes en política llegan hasta límites insospechados. ¡Cuántos no tendrían que dimitir mucho antes que el señor Zapata por atrocidades mayores! Pero claro, tiene más importancia un tweet de hace ya cuatro años que un delito cometido en la actualidad. Ahora conviene sacar trapos sucios en lugar de lavar los propios.
Me da vergüenza la casta política de este país, que se cree superior al resto y que sólo pugna, sea de la forma que sea, por lograr alcanzar el poder sin importar nada más. Buscan llenar sus bolsillo por encima de buscar solución a los problemas de los ciudadanos. Claro que luego tenemos a gente como la Colau o Carmena, que hacen lo correcto al llegar al poder y nos parecen héroes.¡Qué triste!... Se salvan algunos de la quema, si, pero más bien pocos. La mayoría piensa que la política es un juego de niños, un cetro que pasa de mano en mano como un premio (para nada merecido) y que tienen derecho a hacer los que les plazca sin repercusión alguna. Se creen seres superiores y han dejado más que claro que son capaces de llevar a cabo cualquier actitud miserable para lograr su cometido: obtener el trono.
¡Qué triste es que tengamos que padecer a estos insufribles políticos! Pero más triste es que los sigamos colocando nosotros en el poder...

viernes, 12 de junio de 2015

Christopher Lee

El hombre inmortal, uno de esos villanos de lujo que nos hizo entender que sin la oscuridad no le daríamos importancia a la luz. Ese malvado que todos queríamos ser. Interpretó a personajes míticos y ahora él se convierte en leyenda.
Nos deja un gran actor en todo los sentidos. Polifacético, ambiguo, pasional. Capaz de mejorar el plano con su sola presencia, con sus interpretaciones imposibles en las que sobraba carisma y elegancia.
Decimos adiós al actor, pero también al hombre incansable e innovador que se ha mantenido al pie del cañón hasta sus último días. Al abuelo de varias generaciones. Descansa, Christopher, que te lo tienes bien merecido. Nos vemos en el otro lado.

domingo, 7 de junio de 2015

La Victoria de Amador. La revisión

Me encuentro revisando las escenas ya escritas del guión "La Victoria de Amador" en busca de incongruencias, fallos de racord o errores varios. A la vez he comenzado a reescribir algunas partes que, a mi parecer, podrían mejorar. Pero claro, al hacer esto, hay que caer en la cuenta de que, como si de un viaje en el tiempo se tratara, al cambiar algo en una escena, por mínimo que sea, puede tener su repercusión en las escenas posteriores, por lo que tras cada cambio hay que revisar de forma contundente todo el guión para evitar que se produzcan incongruencias o fallos de racord.
Estas revisiones son comunes y necesarias, ya que en muchas ocasiones tendemos a escribir lo primero que se nos pasa por la cabeza sin haber reflexionado antes, y claro, no siempre la primera idea es la mejor o la más correcta. Entonces, estas revisiones sirven para enriquecer la historia y la forma en la que está escrita, para mejorarla en definitiva. Yo recomiendo escribir varias secuencias o escenas y dejarlas reposar unos días para después revisarlas y hacer los cambios pertinentes. Hacerlo así y no esperar a tener el guión terminado evita dos problemas, entre otros, esenciales: tener que hacer grandes cambios en todo el guión y perder tiempo al escribir algo que sabes que tendrás que retocar tarde o temprano. Si ya lo vas retocando sobre la marcha y encauzando el argumento hacia lo que quieres, no tendrás que escribir varias veces la misma parte. Eso sí, tampoco nos podemos volver locos y revisar el guión constantemente, ya que siempre habrá fallos y nunca estará perfecto a nuestro parecer, por lo que podría correr el riesgo de convertirse en un guión inacabado o lo que yo denomino, "El eterno guión". Hay que saber revisar pero también hay que saber dar un guión por concluido aunque nos pueda parecer que no sea perfecto. Sólo así la producción podrá avanzar y podremos ver nuestro proyecto finalizado. Además, y esto sucede más de lo que se cree, siempre, SIEMPRE, el guión sufre retoques hasta el último minuto. ¿Por qué? Por algo muy simple. El guión está vivo y es susceptible de cambios. Es más, siempre necesita cambios, bien para que textos y personajes se adapten a los actores, para que la puesta en escena encaje en el decorado o localización, porque la acción imaginada o los efectos son imposibles de realizar con los medios de los que se disponen... Por lo que no temáis a la hora de hacer cambios en vuestros guiones, pues nunca estarán "terminados" o perfectos para vosotros.

lunes, 1 de junio de 2015

Neds

Excesiva en todos los sentidos. Un retrato transgresor sobre cómo incide la sociedad sobre el individuo en un ejercicio que hace alarde tanto de la violencia física como moral al representar la virulencia con la que actúan las bandas callejeras.
Neds narra la evolución de un joven brillante en un pandillero violento. John McGill, trata de sobrevivir a la reputación de su hermano hasta que comprende que ese estilo de vida tiene sus ventajas. Sucumbe de forma tan drástica, que la realidad le golpea tan fuerte como lo hace él, por lo que la redención no le es sencilla sino la continuación de su tormentoso camino.

Peter Mullan nos trae un análisis bastante interesante sobre la repercusión que tiene la sociedad sobre las personas en un marco inmejorable como es el de las bandas callejeras. Pero lo hace de una forma tosca al representar esto mediante la conversión abrupta e inverosímil de un joven ejemplar en un adolescente violento. No hay una evolución coherente sino un cambio brutal que no ofrece respuestas razonables a dicha conversión. Todo se produce a un ritmo vertiginoso bajo la falsa naturalidad representada por los personajes. La violencia de las acciones, así como de los diálogos, puede suponer un problema a la hora de llegar a un mayor número de público, además de crear una atmósfera negativa que se apodera de toda la producción. Lo explícito de sus brutales acciones muestran la crudeza de una realidad que de la que no queremos ser conscientes o que hemos llegado a normalizar, la negrura que invade esta historia. De igual modo, esos momentos de paranoia cuando el protagonista está bajo los efectos de la droga o de su propia locura, interrumpen la línea respetable bajo la que permanece el conjunto, por lo que, por momentos, la película más bien se aleja de todo aquello que trata con la más estricta seriedad para funcionar como una especie de sátira o broma que no hace más que perjudicar y nublar el verdadero mensaje que pretende lanzar.
Larga, demasiado larga. El exceso de metraje la hace pesada y consigue que perdamos el interés durante varias ocasiones a lo largo de la película. Además, el no tratar el tema de una forma concisa también repercute negativamente en el resultado final, ya que ciertas secuencias no sirven más que de relleno sin llegar a contribuir de forma productiva en la trama principal, lo que hace que se pierda la continuidad y la tensión acumulada tras momentos álgidos en la historia.
Abundan esa situaciones inverosímiles pero reales que pueden hacernos reflexionar e incluso afectarnos y que, sin lugar a dudas, transportan un mensaje claro y conciso. Esta película trata de hacernos entender lo maleable que resulta una persona ante ciertos estímulos. Que debemos ser conscientes del potencial de nuestro entorno y de que la evolución de alguien depende de varios factores, entre ellos la sociedad. También lanza una crítica feroz a una sociedad que llena de prejuicios puede perjudicar a alguien en lugar de ayudarlo.
En realidad, la base de la película, eso que se esconde bajo tanta parafernalia insulsa y falta de significado, resulta ser impecable e interesante. Un verdadero análisis de una sociedad decadente y sin escrúpulos, capaz de mirar a otro lado ante las injusticias y la barbaridad.

Mullan se encarga de representar todo esto de una forma sobria aunque insuficiente, mediante una realización que llama más bien poco nuestra atención. Trata con naturalidad la virulencia de la historia, normalizando aquello que no teme ocultar sino que muestra de forma explícita. Utiliza el inestable movimiento de la cámara al hombro para dotar a la historia de cierto realismo e imprimir más tensión en aquella secuencias en las que tienen lugar peleas o huidas. Las transiciones entre secuencias son tan abruptas como sus saltos temporales, lo que nos desubica momentáneamente y corta la linealidad de la acción de algunas situaciones. La longitud de algunos planos acentúa esto. Exageradamente largos, pausados y monótonos para no contar nada.
La puesta en escena logra una composición de los planos más bien austera aunque equilibrada. Pocas veces, salvo en alguna que otra conversación o en un planos más bien amplio, se muestran varios elementos en diferentes términos, por lo que la profundidad en los planos queda relegada a la profundidad de la localización o decorado en el que se desarrolla la acción. Por su parte, la ambientación y caracterización destacan por conseguir que nos sintamos inmersos en la historia trasladándonos a ese momento histórico en el que las bandas callejeras poblaban las calles de Reino Unido. La fotografía, con unas luces tenues y homogéneas, y unos colores apagados, es la correcta para este tipo de historias, al acentuar lo que se ve en pantalla y corresponder con ello de una forma fiel.
Lo cierto es que el realizador se limita a mostrar lo que quiere contar sin innovar ni arriesgar. Hace visible tanto la violencia en las acciones como la que atañe a lo moral de una forma poco atractiva pero efectiva en cierto modo. Cumple y poco más. No hay nada en la realización que apoye al argumento o que le de un sentido, no hace uso de ningún recurso para narrar de forma audiovisual el guión.  


El empleo de la música para esta producción puede resultar algo anecdótico, sin embargo, si prestamos algo de atención, veremos como en los momentos de cambio de McGill se reproduce la misma canción, como símbolo de este cambio y para conectar lo visual con los sonoro en este acontecimientos. Sin embargo, mientras que prácticamente en la totalidad de la película apenas escuchamos alguna canción, en momentos puntuales como las fiestas, la música se emplea de forma directa sobre la acción siendo partícipe de la misma.

En cuanto a los actores cabe destacar la participación de Connor McCarron como el protagonista por su magnífica intervención y su creíble actuación al representar la evolución de su personaje y los cambios de conducta que vive a lo largo de la película. Tan sobrecogedora como aplaudible es también la actuación de Peter Mullan como el padre del protagonista. Un alcohólico maltratador sin compasión que busca redimirse tras un atroz acontecimiento,
El resto del elenco es tan particular como los variopintos personajes que aparecen en pantalla. La mayoría da la talla sin sobresalir del resto con interpretaciones dignas y personajes de caracteres propios y bien definidos.

Neds trata de representar una realidad de la que parece alejarse en ciertos momentos por culpa de un guión en el que hay demasiada paja y una realización dilatada y poco atractiva. Los pilares sobre los que se asienta esta producción son interesantes, tanto como el mensaje que arroja de una forma contundente. Si bien no es recomendable para todos los públicos, menos para las personas sensibles, debería al menos verse para comprender lo necesario que es construir una sociedad sana y sin prejuicios donde criar personas capaces y conscientes de diferenciar el bien del mal, un lugar donde la violencia sea tan sólo una definición y no una forma de vida.
Mullan consigue su propósito a medias, pero nos deja una película para reflexionar. Agresiva y tosca, cuyos detalles son apenas perceptibles pero magníficos. Ésta es una de esas películas para un público más selecto y menos generalizado.

Lo mejor: La base sobre la que asienta la historia y la interpretación de los actores.
Lo peor: La poco atractiva realización, el exceso de metraje y la falta de conexión entre algunas secuencias.