No habrá paz para los malvados no hace justicia a su título. Descubrimos una historia policíaca, dura en contados momentos; dispersa en el resto, en el que un policía un tanto desaliñado se ve involucrado en un crimen. Al huir uno de los implicados, él trata de encontrarlo. A su vez, una jueza investiga este crimen que resulta ocultar algo más.
Nos encontramos con un guión plagado de clichés, demasiados. Tanto algunas acciones como ciertos diálogos son más que previsibles. Así como se emplean demasiados elementos del tipo de cine al que pertenece, lo que hace que en momentos resulte evidente lo que va a tener lugar. Incluso, algunas secuencias se pueden obviar por aportar poco o nada tanto a la trama como a los personajes, lo cuales no evolucionan ni crecen. No se dirigen hacia ninguna parte. Sólo se mantienen imperturbables de principio a fin.
Únicamente el giro argumental, que nos hace descubrir que algo se oculta tras una trama nada interesantes, es lo que nos mantiene expectantes. El resto de tramas no potencian la principal e incluso no concretan ni concluyen, ni si quiera sirven para enriquecer la historia, sólo la acompañan aportando ciertos matices de vital importancia para su desarrollo.
Diálogos vacíos, simples, que no desarrollan nada y que acompañan unas acciones medidas y acordes al género que nos guían hacia un final más que esperado.
Pese a su título, el mensaje que esta producción transmite es muy confuso. Y todo es debido a la falta de concreción y a la de un análisis más complejo de personajes y situaciones. Cuando termina la película quedamos con una absoluta sensación de indiferencia debido a la falta de conexión con los personajes por puro desconocimiento de los mismo. No llegamos a conocer a los personajes, su historia o de donde vienen, y esto hace que no sintamos nada hacia ellos ni la situación por la que pasan. Cierto es que algunos detalles no sirven para conocer algo de algunos de ellos, pero son tan dispersos y tan medidos que no se logra el efecto deseado. Si bien el final deja claro el sentido del título de esta producción, poco más a lo largo de ella lo hace.
En cierto modo, se puede tratar del reflejo borroso de algo que ocurrió y que dejó una profunda cicatriz en nuestro país. Un vistazo a cómo se desarrolla un atentado y como las apariencias, en algunas ocasiones, engañan. Se oculta entre líneas una feroz crítica al sistema interno de la policía y lo que ocurre con algunos casos.
En cierto modo, se puede tratar del reflejo borroso de algo que ocurrió y que dejó una profunda cicatriz en nuestro país. Un vistazo a cómo se desarrolla un atentado y como las apariencias, en algunas ocasiones, engañan. Se oculta entre líneas una feroz crítica al sistema interno de la policía y lo que ocurre con algunos casos.
Por otro lado (no todo va a ser malo), la realización es más que acertada y adecuada para este género cinematográfico. Urbizu emplea una composición atractiva intercalando todo tipo de planos para narrar la historia y ser consecuente con lo que acontece. Incluso apuesta por movimientos de cámara aberrantes, como ya al final, que sirven para potenciar y trasladar sensaciones. En este aspecto arriesga y gana.
La puesta en escena hace que todo fluya con cierta dinámica y frenetismo. Algo que incluso queda vigente en los planos fijos, donde los movimientos internos de cada planos resultan explosivos.
Otro elemento que contribuye a crear la atmósfera de esta producción es la ambientación, con la que logra que nos translademos a ese Madrid de extraradio, conflictivo y peligroso que aparece en cada plano. La estética ruinosa y sucia suele dejar paso a una más pulcra y meticulosa en un cambio de localizaciones que resulta quedar bastante decente y creíble. Los decorados y localizaciones han sido cuidados para darle ese toque de realismo a la historia.
Los efectos especiales están bien integrados, empleándose sólo en los momentos adecuados para aportar realismo a ciertas acciones sin caer en excesos innecesarios que puedan ensuciar la imagen que se respeta durante toda la película.
La estridente banda sonora junto con los prolongados silencios, siguen la tónica de lo visual, compactandolo todo.
Si algo más cabe destacar es la verosímil actuación de Coronado. Quizá la conseguida caracterización potencie y facilite su labor metiéndose en la piel de Santos Trinidad, pero está claro que le pone lo más importante, el alma, y eso se hace notar desde el minuto uno. Nos olvidamos de Coronado y conocemos a Santos. Su aspecto y actitud son claves para que el protagonista llame nuestra atención. El problema es que le falta profundidad al personaje para que lleguemos a conectar con él, pero es un escoyo que Coronado ha sabido esquivar para dejar patente su estado de gracia en esta película.
Rodolfo Sancho y Juanjo Artero, dos pesos pesados de nuestro cine, flanquean a Coronado con una participación correcta pero poco vistosa. Dejan el protagonismo por completo a Coronado sin llegar a brillar en sus respectivos papeles, sólo siendo correctos escuderos. Pero esto no quiere decir que nos regalen esos detalles que los hacen ser grandes actores.
Esta producción se antoja sosa, falta de algo de chispa que la haga vibrar con la misma fuerza con la que vibra su protagonista. Con una trama principal que se enreda cada vez más hasta estallarnos en las narices sin previo aviso y unas tramas secundarias que casi pasan desapercibidas y de las que se podía haber conseguido sacar algo más, quedando inconclusas la mayoría. El final abierto sigue la tónica desconcertante que marca toda la película. La falta de concreción en todo la hace distante y no logra transmitir el mensaje completo ni de forma contundente. Es larga, demasiado larga. Y espesa por momentos. Por lo que algunas secuencias se hacen interminables y nos da la sensación de que muchas de ellas sobran. Los efectos especiales, esos planos generales tan bellos o los esperpenticos movimientos de cámara son de lo mejor de la película.
Un excelente Coronado trata de echarse la producción a las espaldas pero, dada la superficialidad de su personaje, sólo consigue hacer meritoria su interpretación.
No habrá paz para los malvados me ha defraudado. Lo cierto es que esperaba algo más y me da la sensación de que se han quedado a medias, que muchas cosas se han quedado en el tintero por falta de profundizar en ellas. Es entretenida y en ciertas partes interesante, pero no consigue enganchar o entusiasmar como otras. Es una lástima que una gran realización y una estupenda actuación queden ensombrecidas por un pésimo guión que no deja de caer en clichés.
La puesta en escena hace que todo fluya con cierta dinámica y frenetismo. Algo que incluso queda vigente en los planos fijos, donde los movimientos internos de cada planos resultan explosivos.
Otro elemento que contribuye a crear la atmósfera de esta producción es la ambientación, con la que logra que nos translademos a ese Madrid de extraradio, conflictivo y peligroso que aparece en cada plano. La estética ruinosa y sucia suele dejar paso a una más pulcra y meticulosa en un cambio de localizaciones que resulta quedar bastante decente y creíble. Los decorados y localizaciones han sido cuidados para darle ese toque de realismo a la historia.
Los efectos especiales están bien integrados, empleándose sólo en los momentos adecuados para aportar realismo a ciertas acciones sin caer en excesos innecesarios que puedan ensuciar la imagen que se respeta durante toda la película.
La estridente banda sonora junto con los prolongados silencios, siguen la tónica de lo visual, compactandolo todo.
Si algo más cabe destacar es la verosímil actuación de Coronado. Quizá la conseguida caracterización potencie y facilite su labor metiéndose en la piel de Santos Trinidad, pero está claro que le pone lo más importante, el alma, y eso se hace notar desde el minuto uno. Nos olvidamos de Coronado y conocemos a Santos. Su aspecto y actitud son claves para que el protagonista llame nuestra atención. El problema es que le falta profundidad al personaje para que lleguemos a conectar con él, pero es un escoyo que Coronado ha sabido esquivar para dejar patente su estado de gracia en esta película.
Rodolfo Sancho y Juanjo Artero, dos pesos pesados de nuestro cine, flanquean a Coronado con una participación correcta pero poco vistosa. Dejan el protagonismo por completo a Coronado sin llegar a brillar en sus respectivos papeles, sólo siendo correctos escuderos. Pero esto no quiere decir que nos regalen esos detalles que los hacen ser grandes actores.
Esta producción se antoja sosa, falta de algo de chispa que la haga vibrar con la misma fuerza con la que vibra su protagonista. Con una trama principal que se enreda cada vez más hasta estallarnos en las narices sin previo aviso y unas tramas secundarias que casi pasan desapercibidas y de las que se podía haber conseguido sacar algo más, quedando inconclusas la mayoría. El final abierto sigue la tónica desconcertante que marca toda la película. La falta de concreción en todo la hace distante y no logra transmitir el mensaje completo ni de forma contundente. Es larga, demasiado larga. Y espesa por momentos. Por lo que algunas secuencias se hacen interminables y nos da la sensación de que muchas de ellas sobran. Los efectos especiales, esos planos generales tan bellos o los esperpenticos movimientos de cámara son de lo mejor de la película.
Un excelente Coronado trata de echarse la producción a las espaldas pero, dada la superficialidad de su personaje, sólo consigue hacer meritoria su interpretación.
No habrá paz para los malvados me ha defraudado. Lo cierto es que esperaba algo más y me da la sensación de que se han quedado a medias, que muchas cosas se han quedado en el tintero por falta de profundizar en ellas. Es entretenida y en ciertas partes interesante, pero no consigue enganchar o entusiasmar como otras. Es una lástima que una gran realización y una estupenda actuación queden ensombrecidas por un pésimo guión que no deja de caer en clichés.