domingo, 27 de noviembre de 2016

El día que me tocaron la cara

Creo que fue hace dos meses, no lo recuerdo muy bien. Llegaba al centro de Madrid, por donde tanto me gusta pasear. Me bajé unas paradas antes de lo que solía hacerlo porque me apetecía disfrutar de los Jardines de Sabatini, la tarde invitaba a ello.
Complacidos mis sentidos y apaciguado mi ánimo, atravesé la Plaza de Oriente para llegar a Sol por la transitada calle Arenal. Llevaba los cascos puestos, como de costumbre, y me movía rápido entre la muchedumbre al son de la música que estos me entregaban. No tardé en llegar al corazón de todo un país que había entregado tantas historias, tantos momentos. Un lugar emblemático que bullía con el ir y venir de la gente que se paraban a ver el efímero espectáculo que ofrecían los artistas de la calle.
Mis pasos no se detuvieron demasiado allí. Tomé la viva calle Preciados hasta dar con la magnífica Callao, robando, como casi siempre, el protagonismo a la siempre brillante Gran Vía. Debía haber algún evento en el teatro que lleva su nombre. No lo sé. Lo cierto es que no me reparé demasiado en ello.
Después de haber alzado la vista hacia los altos edificios del lugar, decidí continuar mi camino. Raudo, contagiado por el frenético caminar de quienes me rodeaban, transité la famosa Gran Vía madrileña dejando atrás teatros, cafés, comercios y personajes ilustres, y no tanto, que por allí suelen deambular. Creo que sonreí al encontrarme con Cibeles y contemplar los majestuosos edificios que allí se alzan. El palacio de Linares servía como fondo para una fotografía espectacular que a ojos de cualquiera puede resultar un privilegio observar.
No era muy tarde, pero decidí volver sobre mis pasos hasta Callao. La caída del sol se estaba produciendo cuando decidí que era el momento oportuno para ver el atardecer desde uno de esos lugares que te regala la ciudad para tales fines. Y fue esa decisión la que me llevó a vivir una de esas experiencias que, no es que te cambien, pero sí logran modificar en algo el ser de las personas.

Me encontraba a las puertas del famoso centro comercial sito en Preciados, dispuesto para subir a su novena planta y disfrutar de las vistas que ésta regala. Alguien entró por una de las puertas que daba acceso al centro comercial y no sujetó la puerta, golpeando a la persona que iba justo detrás. La persona calló al suelo. Puede parecer exagerado, una acción desmedida por parte de la persona que fue golpeada si no obviamos el detalle de que esta persona es ciega y no vio la puerta venir.
El hombre, aturdido por el golpe y desorientado por la caída, movía las manos por el suelo buscando sus gafas oscuras y su bastón. Una acción que me retrotrajo a una situación que, más o menos parecida, viví en su día y que me hizo empatizar con esta persona. Enseguida tomé del suelo las gafas y el bastón y, poniendo la mano sobre su hombro, le dije que no se preocupara, que yo los tenía. Por supuesto le ayudé a levantarse. Nadie más hizo nada salvo acercarse a preguntarle si se encontraba bien. Nadie esperó; todos tenían demasiada prisa.
Yo, por mi parte, aún con el bastón y sus gafas en mi poder, me acerqué a él, tomé su mano y se los di, sabiendo que para él eran sus ojos y la máscara con la que quizá trataba de tapar su desgracia para evitar miradas impertinentes. Pero yo sí le miré a los ojos. Los movía con rapidez, quizá intentado ubicar algo con la vista que no podía ver. Un reflejo innato que mantenía después de todo. Se puso las gafas de inmediato mientras, un tanto nervioso y avergonzado, me daba las gracias.
Abrí la puerta y entramos juntos. "¿Dónde vas?", le pregunté. "A la novena", contestó él. Fuimos juntos hasta el ascensor y pese a que le ofrecí mi ayuda llevándole del brazo, extendió su bastón y sonriendo me dijo: "No te molestes, yo puedo." Yo puedo. ¡Qué poder otorga esa frase! Debo reconocer que no le ofrecí mi ayuda porque le viera incapaz de llegar al ascensor sino más bien por puro reflejo. Por ese instinto inculcado por la educación que me dieron mis padres de ayudar a los demás.
Una vez llegamos a la novena planta en un ascensor abarrotado, él fue quien tomó mi brazo y con voz clara y rotunda me dijo que me invitaba a tomar una cerveza donde "El Perro". ¡Vaya! Justo al lugar al que yo iba.
Ya frente a la cerveza mantuvimos una interesante conversación en la que me contó que una enfermedad degenerativa de la retina le había privado de la vista poco a poco. Hacía unos 12 años que era invidente y, pese a que había conseguido manejarse bastante bien, aún se estaba adaptando. Me dijo que le ofrecieron un perro guía, incluso una especie de asistente los primeros meses que le ayudara hasta que se adaptase a su nueva situación, pero él los negó. "¿Y qué iba a hacer cuando no tuviera a nadie que pudiera ayudarme? Tenía que aprender valerme por mí mismo o dependería de alguien lo que me quedara de vida." Me contó que vivía solo. Sus padres ya habían fallecido, era hijo único y no tenía ni pareja ni hijos. También me dijo, con cierta tristeza, que tan sólo le quedaban un par de buenos amigos en los que confiar. El resto le había ido abandonando a medida que la enfermedad iba avanzando privándole de la vista. "Supongo que la mayoría pensó que no les podría seguir el paso, así que empezaron a hacer planes sin mí y cada vez nos fuimos distanciando más hasta ese punto en el que dejamos de hablarnos." Continuamos hablando sobre temas tan dispares como el trabajo, la música, el fútbol e incluso de cine. Era un gran cinéfilo pese a estar ciego. "Quizá me pierdo gran parte de la información de una película por un lado pero la recupero por otro. La disfruto de otra manera." Le gustaba el cine de acción y el bélico porque por los sonidos se imaginaba cómo podrían ser esas peleas o batallas que no podía ver.
Acabadas nuestras cervezas, sacó su pequeña cartera y tanteó con los dedos el dinero que le había pedido el camarero. Me resultó fascinante ver cómo lo hacía. Cómo pasaba sus dedos por los billetes y por el canto de las monedas de tal forma que parecía que lo estaba viendo.
El sol ya casi se había ocultado en el horizonte cuando le dije, sin haber caído en la cuenta de lo desafortunado de mi comentario, que me acompañara al mirado a ver desde allí la puesta de sol. Ante mi incómodo e inmediato silencio, él comenzó a reírse y aceptó acompañarme.
Ya ante el ventanal, con una vistas panorámicas impresionantes de la ciudad frente a nosotros, le confesé que yo también tenía problemas de vista y que mi mayor miedo era quedarme ciego. Él se quedó en silencio durante un instante y luego me dijo que quedarse ciego no suponía el fin sino un nuevo comienzo, que sólo había que aceptarlo y adaptarse. "Todas las mañanas, frente al espejo de mi casa, el espejo en el que me había mirando tantas veces, me decía: ¡Yo puedo!" Me dijo que, pese a que sus amigos le habían dado la espalda, él no había dejado de hacer todo aquello que le gustaba. No ver no sería un impedimento para disfrutar de las cosas buenas que puede ofrecer la vida.
Una vez el día dio paso a la noche, nos dirigimos de nuevo al ascensor y bajamos a la primera planta. Allí, justo antes de despedirse de mí, me preguntó si podría tocarme la cara para saber cómo era. Pese a que en un principio pensé que podría resultar incómodo, acepté porque también debía ser toda una experiencia que alguien te mirara a través de sus manos. Me quité las gafas y, con suma delicadeza, más de la que nadie había empleado nunca para tocarme, posó sus manos sobre mi cara y comenzó a tantearla con los dedos. Debo reconocer que fue una de esas sensaciones que se deben tener al menos una vez en la vida. Al término me dijo sonriendo que era tal cuál imaginaba. Luego, se despidió de mí con un fuerte apretón de manos, una gran sonrisa y un ¡Hasta la vista!.

Fue volviendo a casa cuando tuve oportunidad de meditar sobre mi conversación con aquel hombre. Algo hizo "click" en mí. No sólo me había invitado a tomar una cerveza sino que me había dado una lección que necesitaba aprender. No debía ahogarme en los vasos de agua que yo mismo llenaba. Tenía que disfrutar de todo lo que se me ofrecía sin más. Debía hacer planes, cumplir objetivos y tratar de ser feliz con todo cuanto tenía y había conseguido. Y desde ese momento, siempre que me tengo que enfrentar a una situación difícil pienso: ¡Yo puedo! Y puedo. Y lo consigo. No con el fin de demostrar nada a nadie sino para sentirme bien y orgulloso de mí mismo.
No hay que tener miedo al cambio. Todos los comienzos son difíciles. Y todos podemos superar cualquier reto sea cual sea.

Pese a que he ido mucho por allí no he vuelto a tener la suerte de coincidir con él, pero ojalá, espero, algún día, nos volvamos a ver.

lunes, 21 de noviembre de 2016

Querida chica del abrigo rojo

Querida chica del abrigo rojo, hace dos días me crucé contigo. Era de noche. Una de esas noches sin luna en la que unas pocas estrellas luchaban por hacerse notar en el cielo de Madrid. Yo iba a casa de mi tía, no recuerdo muy bien a qué. Hacía el mismo trayecto que otras tantas veces. Iba por la calle del colegio y tú salías de una de esas estrechas callejuelas que hay entre los bloques, justo detrás de la plaza de la iglesia. En esta ocasión no llevaba puesto los cascos, no me apetecía escuchar música.
Querida chica del abrigo rojo, te escuché. Hablabas por el móvil con alguien, o quizá hacías con que hablabas. Vi cómo apretabas el bolso contra ti y me lanzabas una mirada fugaz mientras soltabas palabras malsonantes y rudas al viento, quizá con la intención de que las escuchara.
Querida chica del abrigo rojo, caminabas rápido, seguro que mucho más de lo que lo haces a plena luz del sol o yendo acompañada. Mirabas de un lado a otro, un tanto nerviosa. Impaciente.
Querida chica del abrigo rojo, te perdiste. Cruzaste la esquina y te perdí de vista. Pero no te he olvidado.

Querida chica del abrigo rojo. Sólo quiero que sepas que no tienes que hacerte la dura cuando te cruces conmigo. No tienes que hablar mal para tratar de intimidarme y que así no me acerque a ti con malas intenciones. No tienes que apretar el bolso contra tu costado porque no trataré de quitártelo. No tienes que vigilar cada uno de mis movimientos por el rabillo del ojo porque no te asaltaré al menor descuido. No tienes que aligerar el paso porque no iré tras de ti.
Querida chica del abrigo rojo. Lamento que por culpa de algunos impresentables tengas que recurrir a esas artimañas a la hora recorrer a solas las calles de cualquier ciudad o pueblo. Que no puedas sentirte cómoda o ir con cierta libertad y desasosiego.
Querida chica del abrigo rojo. Algún día podrás caminar a solas de noche sin miedo. Te lo prometo.

jueves, 17 de noviembre de 2016

Detrás de "Adiós, amor"

El poso que deja el paso del tiempo, así como la distancia tomada desde entonces, me permiten tratar este tema con la sinceridad y el realismo necesarios para reflejar y transmitir mis sensaciones al respecto.

Hace tiempo, bastante, comencé a escribir un guión titulado "Adiós, amor". La idea era crear un personaje y enmarcarlo en un contexto apropiado para visibilizar y explotar el talento, tanto en la interpretación como en el ámbito musical, de mi prima Andrea Murillo, a la que considero una persona con un potencial extraordinario bruto. Del mismo modo, con este guión, pretendía hacer una crítica sobre un tema siempre en el candelero.
Todo marchaba según lo previsto. A mi prima le gustó el guión y lo que representaba, mi tía Patro Casasola (su madre) nos cedió una vez más su casa para localizar allí la historia y grabar. Incluso llegamos a hacer unos primeros ensayos; trabajamos juntos el personaje. Tenía ya el guión técnico listo. Sólo, únicamente, nos quedaba grabarlo. Pero las cosas del destino, los cambios de rumbo que parecen llevarnos hacia el lugar al que debemos ir, hicieron que regresara a Madrid y que el proyecto entrara en un modo de hibernación a la espera de ser rescatado en un momento más apropiado.
Ya estando en Madrid me embarqué en el que sería mi primer proyecto audiovisual junto con David Díaz tras mi vuelta a la gran ciudad. Fue en ese momento en el que conocí a la actriz Belén Jurado. No sólo pude percibir su potencial artístico sino que vi en ella al personaje de la historia que debía relatarse en "Adiós, amor". No le hablé del proyecto, tan sólo reescribí el guión casi por completo (a excepción de la primera secuencia, que se mantiene exactamente igual desde la primera versión) y, una vez hecho esto, le hablé sobre el guión. Nada más leerlo le entusiasmó la idea y ya desde el comienzo se mostró interesada y colaborativa en todo momento. No era para menos, ya que el personaje estaba inspirado en ella.
Debo reconocer que, desde el comienzo, tenía pensado dirigirlo yo mismo. Tenía claro los tipos de planos, los movimientos de cámara, los efectos, cómo quería representarlo en pantalla. La historia que había escrito se había formado en imágenes en mi cabeza de una forma clara y concisa. Pero, tras leer el guión varias veces, comprendí que yo no debía contar esa historia con imágenes. No. Debía ser alguien ajeno a mí quien le diera su propio significado y le aportara esa sensibilidad, esa fuerza y contundencia que quizá yo no le podría dar. Entonces conocí a Nuria Ferrer, una creadora audiovisual con la que comencé a trabajar en un par de proyectos interesantes y a la que pude ver en acción en más de una ocasión antes de decidirme a dar el paso definitivo.
Vi la habilidad de Nuria con la cámara. Su creatividad a la hora de componer planos, su agilidad y perspicacia al crear, tanto en la acción propia de grabar como en la edición. Incluso había dirigido ya y tenía cierta experiencia. Y lo más importante, tenía las ganas y el ímpetu de alguien que sabe que aún le queda mucho por hacer, por descubrir. Y percibí con claridad su ilusión por volver a dirigir. Comprendí que debía ser ella; que ella le podría dar un total sentido al guión.
No recuerdo muy bien cuándo se lo propuse, pero sí recuerdo que aceptó de inmediato mi petición. No tardamos demasiado en ponernos manos a la obra. Me pidió que yo fuera su ayudante de dirección y acepté sin vacilar. La preproducción fue breve e intensa, conseguimos juntar un equipo humano técnico y artístico extraordinario que se volcó desde el primer instante para que la producción de este proyecto fuera todo un éxito. Y, salvando algunos inconvenientes propios del oficio, todo salió a pedir de boca. Todo marchó según lo previsto y sin inconvenientes reseñables.

Alguien me preguntó antes de la fase de producción si estaba seguro de ceder semejante historia a otra persona para que la dirigiera. Si sería capaz de aceptar órdenes sin involucrarme demasiado en la creación cinematográfica del guión. Le contesté que sería difícil pero que era lo mejor para la historia, que quería que fuera así. No podía ser de otra manera. Ya estaba decidido y aceptaba de buen agrado todas las consecuencias.
De todas formas, debo confesar que Nuria desde el comienzo mostró una visión muy igual a la mía sobre cómo debía realizarse el cortometraje y sobre qué sentido había que dar al mismo. Esto facilitó mucho las cosas, aunque reconozco que en algunos momentos me entrometí demasiado, más de lo que debiera, a causa de mi naturaleza y de la del propio proyecto. Nuria y yo coincidíamos en las claves, y eso me hizo comprender que había tomado la decisión apropiada.

Estoy convencido de que el resultado final será un producto de calidad que llamará la atención y logrará el propósito con el que se creó. Removerá conciencias y dará visibilidad a un problema que la sociedad sufre y el propio sistema permite.
En cuanto a lo que esta experiencia ha supuesto para mí... Fue grato ver cómo algo que he escrito cobra vida en las manos de otra persona, cómo le da su propio sentido sumando a lo que ya existe y complementándolo de una forma excepcional. Una experiencia única que será algo que me encantará repetir en un futuro.
De igual forma, quiero aprovechar estas líneas para agradecer a todo el equipo humano técnico y artístico su implicación en este proyecto y su gran labor para lograr un resultado final digno y de calidad. Y en especial a Nuria por aceptar mi petición y dar vida a mis palabras. De igual modo, agradecer a David su implicación y todo lo que hizo por facilitarnos el trabajo.

Espero que pronto todos puedan disfrutar de este cortometraje. Les aseguro que no dejará indiferente a nadie.

lunes, 29 de agosto de 2016

Donde hubo fuego quedan cenizas

Todos hemos leído alguna vez en la vida esas frases hechas que nos invitan a dejar a un lado nuestro orgullo para evitar perder a una persona o que una relación llena de luz y vida se marchite y muera. Y lo curioso es que en muchos casos hemos tenido la oportunidad de llevar a cabo lo que tal frase nos invita a hacer y no lo hemos hecho precisamente por eso, por orgullo, porque pensamos que no debemos dar el paso sino que lo debe dar la otra persona, porque nosotros somos los ofendidos, porque nosotros no hemos cambiado pero ellos sí, porque no somos culpables de que una relación (de la índole que sea) se vaya al garete. Pero..., ¿de verdad no somos culpables?
Ya os digo yo que SÍ, lo somos. Porque somos los primeros que podemos solucionar las cosas y no lo hacemos. Porque dejamos pasar el tiempo, que consigue que una pequeña brecha se convierta en un abismo insalvable. Porque no tomamos la más simple y mejor de las soluciones: Hablar para solucionar cualquier problema o arrojar luz sobre cualquier duda, o, simplemente, para aclarar los malentendidos que se hayan podido dar. Es simple, ¿verdad?
Siempre he tirado de orgullo, o quizá desidia, para estas cosas. Siempre he pensado que no soy más que nadie, pero tampoco menos y, claro, la otra persona también puede dar el paso y buscarme si lo quiere. Pero, ¿y si ambos esperamos a que uno de los dos tome una decisión que nunca se toma? ¿Y si nos pasamos la vida esperando algo que nunca va a tener lugar? Así, de esta forma, es como se acaban las relaciones, las amistades. Así se pone fin a todo cuanto una vez nos hizo feliz. Así nos despedimos de las personas que significaron algo en nuestras vidas sin un adiós, sin una respuesta a esa pregunta que nunca se hizo. Así perdí a muchas personas que me importaban...
Es por ello que he tomado la decisión más valiente; es por ello que te invito a ti, querido lector, a hacer lo mismo. Dejar a un lado el orgullo y hablar, resolver los problemas o dudas, aclarar las cosas con esas personas que una vez nos importaron tanto que su vacío consternó nuestras vidas.  Retomar esas relaciones que tanto nos aportaron, que jamás pensaríamos que se destruirían pero que ya, hoy, no están.
Es evidente que a lo largo de nuestra vida habrá personas que entrarán y saldrán, aportarán y se llevarán, construirán o destruirán... Está más que claro que no todas esas personas que se subirán a nuestro tren continuarán durante todo el trayecto. Pero hay personas que llegan, nos iluminan, y queremos que permanezcan a nuestro lado toda la vida. Entonces, ¿por qué permitirnos perderlas por guardar silencio cuando deberíamos hablar?
No cometas la estupidez de permitir al silencio que arregle las cosas porque nunca lo hará. No pierdas la oportunidad de retomar una relación por el orgullo. No dejes que todo se acabe sin más. Sé valiente y da el paso porque nadie lo hará por ti.

martes, 9 de agosto de 2016

Ama, Ama, que ensancha el alma

Y algún día alguien te dará tanto amor que no lo podrás soportar. Te preguntarás cómo; no sabrás por qué, pero una persona hará temblar los cimientos de tu ser con acciones increíbles y francas palabras. En ese momento sólo debes dejarte llevar por la inercia de las emociones y los sentimientos hasta alcanzar ese punto que quizá necesita tu alma. Porque el amor no entiende de razón, porque es algo que llega tan rápido que ni lo esperas. Por ello, no hagas preguntas que no tienen respuesta, no cuestiones todo cuanto sucede y tan sólo disfruta de todo aquello que llega, sin más. No cometas el error de esconderte tras una coraza que el tiempo y las decepciones se han encargado de construir ante ti por miedo a que lleguen de nuevo esos sentimientos que quizá algún día pensaste que jamás regresarían, por temor a abrir tu vida a alguien que puede curar viejas heridas y que te puede hacer volver a soñar aun cuando no duermes.

Vive el momento sin llegar a plantearte dónde o con quién estarás al día siguiente, porque los buenos recuerdos tan sólo se fabrican disfrutando de cada una de las cosas con las que nos deleita el día. Porque muchas veces esos planes inesperados y por sorpresa, que surgen de la nada, son el mejor plan que nos ofrece sensaciones únicas e inigualables. Vive, vive y vuelve a vivir sin miedo y sin la asfixiante incertidumbre que surge sobre el mañana, porque sólo viviendo el hoy podrás construir un mañana y recordar un ayer. 
Salta, baila, canta, ríe... Haz todo aquello que deseas hacer sin remordimientos ni pensando en el qué dirán, pues la única voz a la que debes escuchar es la de tu interior, y nada más.
Sólo si tienes la certeza de que lo puedes hacer todo, podrás hacerlo todo.
Recuérdalo, nunca lo olvides. Y ama, ama, que ensancha el alma.

miércoles, 3 de agosto de 2016

¿Hay algo peor que te destrocen el alma?

Llega sin que lo esperes, como un terremoto que sacude tus cimientos y destruye tu universo para siempre, pues aunque sabes que algún día se recompondrá, ya nunca volverá a ser igual.
Te destroza, dejándote el alma en pedazos tan pequeños que apenas crees que puedas encontrarlos o que alguien pueda ayudarte a buscarlos, ya que por el camino se van perdiendo pues las manos no abarcan a sujetarlos.
Es como una bomba que apaga todas las luces sumiéndote en la más profunda oscuridad, sin permitirte ver el camino que puede continuar sino más bien un abismo que se extiende como una gran boca negra que te engulle sin que lo puedas evitar.
Nada vuelve a ser igual, nada. Todo cambia y se vuelve más gris, más triste. La felicidad se esfuma, el carácter se transforma y te envuelves en una coraza del más duro metal para evitar que algo así vuelva a pasar. No confías a nadie ese sentimiento tan puro que todo lo puede mejorar. No le cedes a nadie ni la más mínima posibilidad, ya que te encierras en tus propios pensamientos mientras te carcomen por dentro las dudas y el pesar.
No puedes engañarte a ti mismo con las bonitas palabras que les regalas a los demás tratando de ocultar todo cuanto bulle en tu cabeza a toda velocidad. Y hay un momento en el que no sabes si lo correcto es seguir o parar.

Hoy, justo hoy, hace un año que me rompieron el corazón en mil pedazos. Sigue roto y creo que nunca lo voy a arreglar...

miércoles, 27 de julio de 2016

Carta para Elis

Querida Elisabeth...

He tenido el silencio como única compañía durante las últimas décadas, pero eso se acabó. ¡He vuelto! He dejado atrás el húmedo hoyo donde descansó mi cuerpo. No soportaba ya la tierra sobre mí. Necesitaba salir a esta nueva ciudad que bulle bajo el mismo cielo. ¡Quiero vivir todo cuanto esta nueva era tiene por ofrecerme!
Mi cuerpo aún no está entero, pero no tardaré demasiadas noches en volver a ser el que era. Ya han encontrado su fin dos pobres desdichados que se han cruzado en mi camino. He vuelto a sentir ese placer inconmensurable que tan sólo me invade cuando mato. Pero no temas, he escondido a conciencia los cuerpos, pues sé que en esta era debemos ser cautos.
Buscaré refugio en el amparo del antiguo cementerio durante las próximas noches, fuera de ojos curiosos que no deben ver más que mi rostro antes de su fin. No sé aún cómo llegaré hasta allí, pero seguro que no tardo demasiado en encontrar el modo de hacerlo. Siempre hay algún incauto dispuesto a satisfacer mis necesidades.
Me he percatado de que todo brilla mucho más desde la última vez, aunque las calles siguen invadidas por las ratas y la podredumbre de antaño. Hay hombres masacrados que imploran apostados en las aceras un mendrugo de pan que llevarse a la boca, o unas monedas para vino, a los galanes que pasan junto con sus damas ataviadas con pomposos vestidos. Y mujeres que se venden en algunas esquinas a los borrachos que salen de las tabernas. Esto me recuerda que por mucho que el tiempo pase parece que hay cosas que nunca cambian. Como todo cuanto siento por ti.
Sé que te marchaste enseguida, apenas todo ocurrió. pero no te culpo, pues yo habría hecho lo mismo en tu lugar. Es una verdadera lástima no haber encontrado el tiempo suficiente para habernos despedido del modo en el que se merece. Pero no temas, te daré la oportunidad de ello, ya que aunque estés lejos, muy lejos, sé dónde encontrarte y no tardaré en llegar a ti. Este mundo es grande, pero no lo suficiente como para que te alejes de mí sin que yo pueda hacer nada por evitarlo.
Escribiré a Nicolás unas líneas, y a Rafael, Desde este mismo lugar donde te las estoy escribiendo ahora a ti. Y juntos te daremos el final que mereces.
Quiero agradecerte que me dieras la oportunidad de volver a la tierra. Eso me ha hecho mucho más fuerte. Y aprovecho estas últimas líneas para decirte que puedes huir pero no esconderte.
Que tengas un bonito día. Y recuerda que se puede poner fin a un "para siempre".

Por siempre tuyo, querida Elis.

martes, 26 de julio de 2016

Crepúsculo

Y tras no sé cuántos años, la he vuelto a ver. Esta vez de una forma muy diferente a como lo hice en su día, cuando casi se estreno. En esta ocasión he escogido el cobijo de la soledad de mi habitación, sabiendo lo que me iba a encontrar: Una historia de amor para adolescentes con elementos sobrenaturales de por medio.
Recuerdo que la primera vez que la vi me defraudó. No porque fuera una historia ñoña de amor al uso sino por cómo se maltrata al mito del vampiro (Del cuál me considero muy muy fan). Lestat se retorcería en su tumba al ver a estos vampiros brillar bajo el sol, sin ninguna duda. Salvando esto, nos encontramos con una película más o menos correcta que en ciertos puntos se vuelve incluso interesante y entretenida. Por supuesto, el romance surgido entre "dos especies" y todas las complicaciones que conlleva es más que de esperar, del mismo modo que es evidente el conflicto místico y mítico que existe entre vampiros y hombres lobo (que aún sin estar presentes como tal se hacen notar).
El primer factor hace referencia a ese amor fatídico muy de Romeo y Julieta que logra sobrevivir a todo y pese a todos. Ese recurso tan manido de que el amor lo puede todo y que cualquier unión es posible. Lo segundo, por su parte, deja entrever ese conflicto entre culturas y ese choque entre nativos americanos y colonos que aún hoy día está vigente. Por lo demás, se trata de un análisis de la sociedad americana donde los estereotipos quedan bien definidos. ¿Un padre policía que parece no saber cómo tratar con su propia hija? ¿Padres divorciados? ¿Madre alocada que se cree adolescente? ¿Bailes en los institutos? ¿Adolescentes surferos? ¿Las tribus clasistas de institutos? Tooodo está presente. Incluso el malo malísimo de turno que pone en peligro la vida de la chica y que da la ocasión al chico de lucirse y demostrar todo cuanto siente por ella. El que los padres de la prota, Bella, estén divorciados así como su cambio de vida justifican el carácter del personaje y su actuación en ciertas situaciones, del mismo modo que apela al sentimentalismo en ciertas ocasiones.
Hay que admitir que con algunas secuencias se han columpiado un poco en diferentes aspectos. En ciertos momentos el diálogo parece estúpido, tratan de apuntalar aquello que el espectador ya está viendo mediante las acciones o por la propia inercia del argumento. Del mismo modo algunas secuencias sirven para alardear de efectos más que para mostrar las habilidades o dones de estos extraños vampiros. Pero como digo, quitando toda esa paja, queda una historia bastante entretenida.

En todo momento se mantienen los colores frío propios del género, junto con movimientos de cámara que aseguran la espectacularidad de ciertas puestas en escena y de acciones más trepidantes. Quizá parezcan mal insertados ciertos efectos especiales, pero por lo general están justificados y más o menos bien implantados dentro de la acción.
La banda sonora resulta contundente en las situaciones épicas y destacable en las situaciones románticas.

Los actores protagonistas parece en muchas ocasiones marionetas que se mueven al son de un tambor. Quizá buscaban el hieratismo de Kristen Stewart para el personaje de Bella, para poder representar la personalidad de su personaje con sumo acierto. Lo cierto es que salvo en momentos muy puntuales la actriz se mantiene en todo momento inexpresiva, falta de emociones. No logra transmitir esos sentimientos por los que pasa su personaje. En cambio Robert Pattinson hace alarde de un sinfín de ademanes y expresiones faciales, por lo que resulta fácil distinguir en todo momento qué siente su personaje. Por su parte, Taylor Lautner está lejos de su mejor interpretación y tan sólo pasa de puntillas por esta película sin apenas hacerse notar más de lo necesario.
Hay que destacar la intervención de los secundarios. Muy creíbles, muy acertados en sus roles. Anna Kendrick está espectacular ejerciendo de anfitriona y chica de instituto, al igual que el malo malísimo Cam Gigandet que deja claro desde el comienzo que es alguien a quien temer en cada una de sus intervenciones.

Crepúsculo es una historia de amor que tira de clichés y se escuda en los adolescentes para lograr el éxito. No tiene demasiado que ofrecer salvo lo visto en cientos de películas con anterioridad. Puede resultar interesante lo que ofrece entre líneas, cuando quitamos toda la paja con la que nos bombardea.
Lo mejor es el enfrentamiento final entre James y Eduard, donde parece una película de vampiros. Lo peor es que es previsible incluso cuando no parece serlo y la forma cursi en la que trata el comienzo de la relación entre Eduard y Bella.
Es una película para ver una vez, la primera. Puede resultar entretenida, pero sólo una vez.

Making of Los Con Nombre

Hoy publico en mi canal de YouTube el making of del reportaje de vídeo realizado por Nuria Ferrer y el fotográfico por Malak Sherif para el proyecto "Los Con Nombre" de Acción Humanitatis y The Intern Group con el que tratan de hacer visible el sinhogarismo en España y más concretamente en la ciudad de Madrid.
Grabé este vídeo en tres calurosas tardes de julio en diferentes puntos de Madrid y fue presentado 15 de Julio en el local de Acción Humanitatis.
Quería agradecer a Nuria Ferrer que me planteara la posibilidad de participar en este tan necesario proyecto y a Acción Humanitatis por permitirme llevarlo a cabo.

Todos solemos desviar la mirada cuando vemos a alguien en la calle pidiendo algo de comida para llevarse a la boca o unas monedas para poder sobrevivir. No somos conscientes de que muchas de esas personas están ahí porque no les queda nada más, porque no tienen a nadie más. Muchos de ellos no son víctimas de las drogas o del alcohol, sino de una vida injusta y complicada que les llevó a ese lugar y del cuál, sin ayuda, nunca podrán salir.


domingo, 24 de julio de 2016

Qué

Y qué hago yo ahora, dime. Si se me ha parado el tiempo y no sé qué hacer con el que me resta. Si guarde tus risas en un bote para sacarlas cuando me asole la tristeza.
Qué hago yo ahora, en medio de esta soledad que me aplasta impidiéndome respirar. Si en tu compañía no necesito a nadie ni nada más.
Qué hago yo, cuando en mi imaginación se dibuja tu rostro cada vez que sueño. Si enmudezco cada vez que te veo.
Qué hago, en cuanto mil dudas me persiguen. Si eres tú quién logra que las domine.
Qué. ¿Qué quieres de mí? ¿Qué buscas en ti?

viernes, 22 de julio de 2016

Cicatrices

A veces me cuesta plasmar las palabras que se anidan en mi cabeza. Me cuesta formular frases que completen historias. Otras, esas palabras salen como un chorro hacia la hoja en blanco conformando historias increíbles que jamás pensé que podría crear.
Hoy quiero compartir con todos vosotros una parte del primer acto de una obra de teatro que estoy escribiendo. No desvela nada por lo que toda la sorpresa se guardará hasta el día en el que se estrene.
He decidido escribirla en este momento porque me nace hacerlo ahora. Porque como digo, las palabras salen solas. Quizá estoy en ese momento, una vez más, en el que tengo que encontrar ciertas respuestas y en el que no me encuentro del todo bien, por ello me resulta más fácil escribir esta historia. Ya que es dura, crítica y no apta para todos los públicos.
Como todos sabéis, siempre intento que todo lo que escribo tenga algo que haga reflexionar al público al que llega y es inevitable que una parte de mí resida en esa creación, por lo que espero que su protagonista, Laura, y su historia no deje indiferente a nadie. Sobretodo, que haga meditar y reflexionar a todas las personas que puedan disfrutar algún día de esta obra de teatro.

Aquí os dejo el primer diálogo del primer actor:

Siempre he pensado que las cicatrices son hermosas. Tras una cicatriz siempre se encuentra una buena historia O una historia al menos. Y es que, ¿no son las cicatrices la parte visible de algo que ocurrió? El motivo real por el que existen estas peculiares marcas en nuestra piel no es otro que recordarnos algo que tuvo lugar en algún momento de nuestra vida. Bien fuera por algo bueno o por algo malo, por algo absurdo o verdaderamente terrorífico, esas marcas, y sus historias, nos acompañan durante toda nuestra vida.
No entiendo cómo puede haber gente que trate de ocultarlas o que las repudie. ¿Acaso no comprenden que son una parte más de ellos como lo son un brazo o una pierna? Tengo un amigo que tiene una cicatriz en la barbilla. Él siempre ha dicho que se la hizo en una pelea, pero yo sé que en realidad se la hizo con un cuchillo cuando cortaba jamón a hurtadillas y le pilló su madre. Otra de mis amigas tiene una gran cicatriz en la barriga. Siempre nos ha hecho pensar que era por una operación, pero en el grupo sabemos bien por qué fue. Mi padre tiene una cicatriz en el pecho por una operación de corazón. Ese es del tipo de cicatrices que tiene tras de sí una buena historia. Un recuerdo, grabado en la piel, de una victoria. Aunque hay algunas cicatrices que también se encargan de recordarnos algún mal momento o una derrota. Pero esas también son valiosas, pues cada vez que las vemos logran traer a nuestra memoria la lección que aprendimos cuando algo nos dañó, pero sobretodo, que sobrevivimos a eso que nos dañó.
Por supuesto, hay cicatrices que no se ven. Son una clase de marcas más profundas que quedan grabadas en el alma y, aunque no se pueden ver, las miramos y recordamos más a menudo que las que podemos ver. Estas cicatrices nunca se borran, y nos acompañan siempre allá donde vamos. Algunas veces se hacen notar más; otras, menos. Pero tenemos la certeza de que, suceda lo que suceda, están ahí y no podemos hacer nada por evitarlo.
Yo amo las cicatrices que tengo, y sus historias. De vez en cuando me las miro y las cuento. Me gusta hacerlo porque, algunas veces, descubro que tengo algunas nuevas, y trato de averiguar cómo me las hice. Es como un juego de memoria. Es gratificante. Me recuerdan el lugar de donde vengo. Que estoy viva, y al mismo tiempo, que soy vulnerable. Al fin y al cabo, las cicatrices también se encargan de eso, ¿no? De recordarnos que somos frágiles, mortales. De que no estaremos aquí para siempre. Nos hace comprender que nuestra existencia es algo insignificante comparado con la existencia del todo. De que la eternidad no está a nuestro alcance. Todo es efímero por mucho que nos lo neguemos a nosotros mismos.

miércoles, 20 de julio de 2016

Volver a nacer

Todo ocurrió demasiado rápido pese a que el tiempo parecía haberse detenido. El temblor aumentó justo antes de que perdiera el control. Me dirigía hacia el fin sin que pudiera hacer más que ser un mero espectador. Fueron segundos que se hicieron eternos. Entonces decidí que no podía ser así, no podía suceder aquello. De ninguna manera. Traté de tomar el control de la situación y por un instante, sólo por un instante, lo logré. Conseguí desviar la trayectoria que me llevaba hacia una muerte segura. Pero algo salió mal... No es algo que ocurra, es una sensación. Sabes que algo va mal, que todo se escapa de tus manos sin que puedas hacer por evitarlo. Sientes cómo el aire se vuelve más denso. Como algo indescriptible ejerce cierta presión sobre ti. Y entonces llega el vacío. Un instante en el que no hay sensaciones, ni sentimientos. Ningún pensamiento aborda tu mente. No hay nada. Absolutamente nada. Tan sólo una sensación de paz al afrontar que todo puede terminar. Cuando comenzó sólo deseé que parara. El sonido del metal y de cristales rompiéndose eran mi única compañía. Entonces te asalta lo inevitable: pensar en todas aquellas personas que quizá no vuelvas a ver y a las que desearías decirles algo más por última vez. Y de nuevo la paz. Sólo al caer pude soltar todo el aire que guardaba dentro de mí y respiré profundamente, como tratando de averiguar si seguía vivo, como si con ellos llenara mis pulmones de aire por primera vez. Llevé mis manos a cada parte de mi cuerpo para comprobar que seguía de una pieza. La paz se fue dando paso al alivio. Quizá ése no fuera el día en el que todo debía acabar para mí. Quizá aún no estaba listo. A veces pienso que debe quedarme algo por hacer y por eso ese día no terminó todo. O quizá todo debió acabar ahí y es por ello que a veces me siento vacío o roto por dentro. No lo sé. El tiempo, como con todo, dará respuestas.

martes, 19 de julio de 2016

2013 Rescate en Los Ángeles

Bien se podría decir que Carpenter ha realizado dos películas casi idénticas salvando ciertos detalles que las hacen algo diferentes a la una de la otra. Y es que esta secuela más bien parece un calco del original. El mismo desarrollo, el mismo tipo de personajes, el mismo argumento, las mismas tramas... Lo único que varía de su antecesora son los temas que se deslizan entre secuencias mientras el antihéroe trata de cumplir su misión, más por el lugar geográfico dónde se localiza la historia y el contexto en el que se desarrolla que por una novedosa trama principal.

Una vez más, Plissken debe "aceptar" una misión suicida para obtener la libertad. Esta vez su periplo tiene lugar en Los Ángeles, apartado de forma física del resto de los Estados Unidos por un terremoto y donde van a parar todos aquellos que rompen las normas de moralidad de la "Nueva América Moral".
Estamos ante una contundente crítica a la intolerancia que existe en una sociedad en la que un régimen totalitario decide aquello que debe estar bien y lo que no. Y, al igual que en su predecesora, analiza lo que ocurre cuando se aparta a las personas conflictivas en lugar de tratar de reinsertarlas en la sociedad. Resultan curiosos los estereotipados personajes que contribuyen a todo esto: un presidente (o más bien un tirano) capaz de hacer cualquier cosa con tal de salvaguardar su propia imagen y estatus contra un líder opositor (con un gran parecido al Che) que trata de obtener el control para liberar a los suyos mediante políticas y acciones un tanto controvertidas. Y en medio de ellos dos, un antihéroe que toma la decisión más acertada para sí mismo y, quizá, para el resto del mundo.
La sátira también esta presente, aunque de una forma breve, en una secuencia donde unos seres monstruosos, que son el resultado de operaciones quirúrgicas, atrapan a Plissken, sacando a la luz de una forma cómica pero directa la adicción que muchos tienen a este tipo de operaciones y las posibles consecuencias.
Algo que puede pasar desapercibido, aunque resulta ser el origen de toda esta historia, son las alusiones al cambio climático y a la necesidad de la electricidad y la electrónica para la supervivencia del ser humano. La dependencia que tenemos a los aparatos electrónicos en nuestro día a día.
El guión, como sucediera en su predecesora, cuenta con todos los ingredientes necesarios para crear una historia interesante y atrevida en la que todo ocurre de forma fugaz y tan rápido que en ocasiones provoca cierto vértigo o una sensación de que las subtramas culminan demasiado rápido. Tanto algunos diálogos como ciertas acciones parecen estereotipos del género un tanto exagerados, por lo que a veces no sabemos si se trata de un homenaje o una burla. El humor socarrón y basto convive con partes más crueles y duras, puras de acción, o momentos más o menos épicos.

Y si el argumento es prácticamente un calco, en cuestión de realización no podía ser menos. Hay planos y puestas en escenas que nos recuerdan a la primera parte. Carpenter emplea movimientos rápidos de cámara y se sirve del movimiento interno del plano para transmitir la acción trepidante que tienen algunas secuencias. Mientras que emplea planos más cerrados y un montaje más pausado cuando quiere mostrar alguna localización o retrata una conversación así como acontecimientos importantes.
Los efectos especiales abundan por doquier y, teniendo en cuenta la época en la que se produjo, están bien insertados y son llamativos, además de jugar un papel importante en el argumento. Aunque hay que reconocer que algunos parecen más bien chabacanos y exagerados.
La banda sonora vuelve a emplear ritmos de pop-rock electrónicos que le sienta genial a la localización y ambientación de la película, las cuales enriquecen la historia de forma considerable.

Kurt Russell se vuelve a enfundar el traje de antihéroe que le sienta tan bien y, como en todo lo demás, calca la interpretación. Ha sabido representar ese aire misterioso y rudo que acompaña en todo momento a su personaje y que nos parece elemental. Sin ese personaje esta historia no tendría sentido.
En cuanto al resto de personajes, son prácticamente los mismo estereotipos empleados en la primera parte pero con rostros diferentes aunque igualmente carismáticos como Buscemi, Stacy Keach, Peter Fonda o Bruce Campbell. 


Esta producción no sorprende, no alcanza el prestigio de la primera porque se limita a imitarla sin apenas añadir novedades salvo un subtexto más rico y temas de diferente índole que resulta interesantes pero que son tratadas muy por encima. Dicta un mensaje claro que se diluye entre acciones disparatadas y en ocasiones nada realistas, que suceden una tras otra sin permitirnos saborearlas.
No es que sea un fracaso, es que se la podían haber ahorrado o haberle dado otro enfoque para lograr algo de originalidad. Carpenter debía innovar y no lo hizo.
Lo mejor es Kurt Russell y su interpretación de antihéroe junto con las moralejas que se dan en situaciones satirizadas y en la trama central.
Lo peor es que resulte ser una simple imitación de su predecesora.

lunes, 18 de julio de 2016

Una vez más, una vez menos

Y a veces te cansas, tanto de perseguir aquello que amas como de chocar siempre contra el infranqueable muro de la frustración por verte obligado a hacer algo que detestas. Llega un momento en el que no sabes si te pesa más el alma que el cuerpo; si merece la pena que la piel te la rasgue el tiempo. Y quieres escribir, desahogarte, pero no sabes el qué ni el cómo. Y quieres amar y ser feliz, pero no sabes con quién ni cómo. Entonces te sientes caer en una espiral infinita de la que crees que nunca vas a salir. Y detestas todo, absolutamente todo. Y te sientes solo, absolutamente solo.
Nadie entiende tus motivos o tus palabras, todos exigen demasiado a alguien que quizá no pueda ofrecer mucho más. Todos esperan aquello que quizá nunca le dé por llegar. Pues los trenes pasan a más velocidad de lo que alcanzan las piernas a correr y el tiempo pasa sin que nada más se pueda hacer. Porque es inevitable caer una y otra vez, y aprender. Si, aprender. Porque necios seríamos si no aprendemos de cada lección que nos impone una vida cruel.
No todo debe tener un motivo o una explicación. Hay algo insalvable en nuestras vidas que sucede sin más, como por arte de magia, para moldearnos y hacernos ser; hacernos sentir. La vida es tan compleja que podemos conocer a una persona que nos haga inmensamente felices en el peor de los momentos, del mismo modo que nos pueden romper el corazón en la mejor de nuestras situaciones.
Romper el corazón... Sólo aquellos que han sufrido de este mal pueden hablar de ello, pues aún quedan las cicatrices en su interior ya que por mucho que se cosan o se pongan parches, las heridas permanecerán hasta que entreguemos el último aliento. Y duele, duele más de lo que cabe imaginar. Es por ello que al amor hay que guardarle cierta distancia, cierto respeto. Hemos infravalorado la palabra amor desde el comienzo. La empleamos más de lo que deberíamos. Y es que el amor es lo más puro que podemos entregar a otra persona, por ello la cautela es fundamental.

No temáis por mí, yo aprendí a matar dragones con mis manos y sin necesidad de espadas ni escudos. Ya se me hizo tan de piedra la piel como el corazón. Ya me acostumbré al dolor y a lamer mis propias heridas. Todo forma parte de mí del mismo modo que yo formo parte de la nada. Y aunque a veces me quede sin aliento, habré de seguir respirando. Y aunque me fallen las fuerzas, a rastras me dirigiré hacia el horizonte en busca de aquello que parece huir de mí.
Sé dónde estoy, no necesito que nadie me lo recuerde. Y sé a dónde me dirigen mis pasos. Sólo yo puedo saberlo pues nadie más puede llevar mi calzado. Dejadme caminar... Ya encontraré en algún momento mi lugar.

jueves, 14 de julio de 2016

Tomas Falsas Making of Los Con Nombre

Durante una producción, en el proceso de rodar o grabar, muchas de las tomas deben ser desechadas para el producto final bien por fallos del equipo técnico o del equipo humano, o simplemente porque no encajan. Pero estas tomas no suelen quedar abandonadas en el fondo de un cajón sino que se rescatan y se les da un formato que en ocasiones resulta incluso más interesante que el producto final: Las tomas falsas.
Si, las tomas falsas se han convertido en un producto en sí que el espectador busca por el mero hecho de entretenerse viendo algo referente a una producción que le gusta, pero también por otros motivos ocultos provenientes de la naturaleza del ser humano. Y es que en las tomas falsas se suelen ver los fallos de personas muy preparadas para su trabajo. Es indudable que resulta divertido ver cómo nuestros actores favoritos cometen fallos de forma estrepitosa, pero también gratificante. ¿Por qué? Porque los convierte en mortales comunes, esos fallos los hacen más cercanos a nosotros.
Como ya he mencionado antes, está en la naturaleza humana sentir satisfacción cuando el prójimo falla. Cuando, pese a ser los mejores en algo y pertenecer a una élite inalcanzable, les vemos convertirse en humanos y errar, nos satisface ver al resto cometer errores y nos resulta incluso cómico. Es algo natural y no debe interpretarse como algo malo o dañino, sino todo lo contrario.
Partiendo de ahí, nosotros debemos ser los primeros en aprender de nuestros errores riéndonos de ellos porque son una parte fundamental para aprender, evolucionar y avanzar en nuestras carreras profesionales y en nuestra vida. Porque sí, nos hace más humildes y nos mantiene los pies en la tierra. Nos hace comprender que cualquiera puede fallar y que todo puede mejorarse.

Es por ello que quiero compartir con todos vosotros el vídeo de las tomas falsas de las entrevistas realizadas a Nuria Ferrer y a un servidor para el proyecto Los Con Nombre de Acción Humanitatis y The Intern Group que hemos estado realizado durante las últimas semanas.
Espero que se rían tanto viéndolo como nosotros haciéndolo, porque lo importante al fin y al cabo es disfrutar y aprender.

miércoles, 29 de junio de 2016

Como en casa

Aquel bramido me despertó. Me incorporé en la cama, con el rostro desencajado y empapado en sudor. Tenía los ojos bien abiertos y trataba de llevar todo el aire posible a mis pulmones. Por un momento olvidé dónde estaba y tuve que mirar a mi alrededor para recordarlo. Aquel lugar me resultaba familiar y ajeno al mismo tiempo. Estaba confuso. Algo sucedía, aunque no tenía demasiado claro de qué se trataba.
Ella se movió a mi lado y eso me tranquilizó, al menos en parte. Todo parecía estar bien. Fue entonces cuando aquel estruendo consiguió sobresaltarme una vez más. Un bramido, bronco y ensordecedor. Me mantuve en total quietud, sentado en la cama y pensando en lo que podría ser. De súbito caí en la cuenta de lo que se trataba. El camión. ¡Maldita sea! Había olvidado que llegaba el camión.
Salté de la cama y me vestí tan rápido como me lo permitieron los nervios. Ella se despertó y me miró con los ojos entrecerrados, tumbada boca abajo. Yo sólo pude sonreír. Había soñado con ella esa noche, como otras tantas desde que la conocí.
Una vez me calcé mis viejas zapatillas, salí por la puerta y el sol de un nuevo día me golpeó la cara con tal fuerza que me vi obligado a cerrar los ojos. Caminé hacia delante, un tanto desorientado y cubriendo con mi mano el sol. En la lejanía vi a mi padre, que trataba de llamar mi atención. Señalaba con insistencia un gran portón, tras el cual se adivinaba la silueta del camión. Tan pronto como vi a mi hermano tirar con brusquedad de una de las hojas, yo corrí hacia la otra y comencé a tirar con fuerza. Juntos no tardamos en abrir el portón.
El camión pasó raudo, levantando una gran polvareda. Y tan pronto como pudimos, nos dispusimos a cerrar las puertas. Cuando el metal golpeó contra el metal, mi hermano sonrió. Era una victoria, sin lugar a dudas lo era. Siempre lo era.
Nos dirigimos con paso ligero hacia el camión. Debíamos descargarlo tan rápido como fuera posible, pues aquello que nos mantenía encerrados en aquella prisión a cielo descubierto no tardaría en asaltarnos. No sabíamos a ciencia cierta qué era lo que les atraía. Quizá el olor, nuestro olor. Quizá nuestro miedo. Podían olerlo, estaba seguro de eso. Fuera lo que fuere nos tenían atormentados, pues éramos conscientes de que podrían saltar los muros en cualquier momento. Y aquel era uno de esos momentos en los que más vulnerables éramos a sus ataques.
Las puertas traseras se abrieron a nuestra llegada, y un hombre corpulento, vestido de un blanco impoluto, apareció dentro. Comenzó a lanzar cajas cargadas con la mercancía para que las bajáramos con inmediatez. Era lo que necesitábamos para sobrevivir durante al menos una semana. No tardamos más de diez minutos en descargar  todo cuanto nos correspondía. Fue un trabajo rápido y eficaz, tal y como le gustaba a mi padre.
Todo había salido según lo planeado. Un rotundo éxito. Chocamos nuestras manos en señal de victoria mientras preparaban el camión para su marcha. Ya había comenzado a dar la vuelta para dirigirse hacia el portón cuando la vi salir del pequeño barracón, y empleando su mano a modo de visera, recorrió el lugar en mi busca. Levanté la mano para indicarle dónde estaba y nuestros ojos se encontraron. Ella me dedicó una de sus arrebatadoras sonrisas y yo no pude hacer otra cosa que corresponderle con otra.
Comenzó a acercarse hacia nosotros cuando echamos a correr hacia el portón. Lo abrimos con rapidez, una vez más, para que saliera el camión. Todo permanecía en un silencio incómodo, roto tan sólo por el rugido del motor. Algo malo se avecinaba. Podía sentir esa sensación de angustia sacudiéndome. Quizá habíamos cantado victoria demasiado pronto.
Fue algo fugaz. Tan rápido que apenas nos dio tiempo a reaccionar. Se me estremeció el alma cuando vi saltar una de esas cosas por encima del muro. Tanto mi hermano como yo empujamos cada hoja del portón hasta que éstas golpearon con el tope. Corrí el pesado cerrojo y corrí en su dirección. Debía llegar a ella antes de que esa cosa lo hiciera.
El caos y el miedo se apoderaron de nuestro humilde campamento. Todos corrían hacia la seguridad de sus barracones. Vi a mi padre hacerlo, y a mi hermano. Más de esas cosas saltaron dentro. Algunos se quedaron a puertas de la salvación, otros tuvieron mejor fortuna. Yo debía conseguirlo. Así que corrí con todas mis fuerzas. Corrí. Corrí. Corrí. Y mientras lo hacía, pude sentir el aliento de una de esas alimañas en la nuca. Lo tenía cerca. Demasiado cerca.
Ella llegó a la puerta a tiempo y la abrió. Me esperó angustiada bajo el marco. Vi en su rostro la preocupación, el miedo. Pensé en rendirme, dejarme caer y permitir que esa cosa me destrozara. Al menos moriría sabiendo que ella estaba a salvo. Pero seguí corriendo. No me rendí. No podía dejarla sola en un mundo como ese.
Apenas me quedaban unos pasos cuando me tiré hacia ella, y en un abrazo salvador la empujé dentro del barracón. Caímos al suelo estrepitosamente y raudo me levanté para empujar la puerta ante aquella cosa.

No entraría. No sabía exactamente por qué, pero no lo haría. Allí estábamos a salvo. Y al fin me sentí en paz. Como en casa.

lunes, 27 de junio de 2016

El Renacido

Las historias se mueven por dos factores esenciales: el amor y la venganza. En la película de Iñárritu queda claro el motivo que mueve al protagonista a sobrevivir a tantas calamidades y renacer, bien de forma poética o física, en el la película. Y es que El Renacido nos trae una historia simple enmarcada en un contexto complejo y de contrastes que nos deja boquiabiertos en ciertas ocasiones con situaciones inverosímiles de acción trepidante y en otras nos da un respiro irremediable que parece no tener fin con planos demasiado largos y, quizá, secuencias innecesarias pero muy muy vistosas.

La venganza mueve los pasos de Hugh Glass haciéndole superar toda adversidad que se pone ante él hasta lograr su objetivo. El protagonista se desenvuelve a duras penas por unos espectaculares e impresionantes paisajes que Iñárritu se ha encargado de retratar con el mayor respeto posible mediante amplios planos generales, mientras tiene lugar una guerra entre tribu indígenas y colonos por los favores que ofrece la tierra, a la que el protagonista no es ajeno por los hechos cometidos en el pasado y que le siguen persiguiendo en el presente.
El guión es una adaptación de la novela de Michael Punke, en la que se retrata la naturaleza de las personas y cómo son movidos por sus propios impulsos y necesidades en un mundo hostil y alienado en el que cada uno debe mirar por sí mismo y apenas hay un par de buenos samaritanos. Nos ofrece tanta paz como tensión, más en las abundantes acciones que nos dejan sin aliento que en los escasos pero reveladores diálogos, pues es gracias a las conversaciones que mantienen los personajes junto con los místicos flashback donde se nos muestra más acerca del protagonista y su pasado.
Debemos ser conscientes de que El Renacido es mucho más que una historia de venganza tratada como un pseudowestern. Se trata de una historia de superación ya que el protagonista encuentra los motivos suficientes para afrontar con éxito cada peliagudo problema que le asalta, sobreponiéndose a cada problema y logrando seguir adelante en su aventura pese a todo. Queda representada la fuerza de voluntad en sus victorias tras los ataques brutales que sufre. También trata de una forma visceral la maldad que reside en el ser humano y el egoísmo que surge en situaciones complicadas, todo esto retratado en Fitzgerald. Por otro lado, el contexto no sólo sirve para enmarca la historia. Se emplea con atino como una subtrama para hacer crítica del proceso devastador de colonización donde se aniquilaron tribus y se destruyeron lugares naturales por pura ambición.

Iñárritu emplea con maestría planos generales contrapicados de una amplia duración de las fascinantes localizaciones para encuadrar las acciones. Se sirve de los movimientos de cámara para contribuir al movimiento interno del plano, aportar fluidez y cambiar de planos general a medio o primer plano de los personajes. Los planos secuencia, o esos que son demasiado largos, son resueltos con habilidad al ayudarse de los movimiento de cámara, y de los elementos que conforman la acción, para mostrar diferentes acciones o los planos/contraplanos de una conversación. Los planos cortos y detalle quedan relegados a un uso más práctico, bien para encuadrar algún objeto importante o para alguna conversación.
La composición de los planos es equilibrada aunque en momentos caóticos se tornan aberrantes con una composición más caótica e irregular al mostrar los objetos inclinados o en una posición poco natural, lo que contribuye a crear un ambiente hostil y desesperado en esas situaciones.
Como ya he mencionado, algunos planos parece innecesarios y demasiado largos. Esto, junto con algunas secuencias de paso innecesarias, puede resultar contraproducente al hacer que el espectador pierda el interés por un momento en la historia.
Con la puesta en escena, la caracterización de los personajes, así como con la ambientación, consiguen meternos en la historia y que nos empapemos de ella. La banda sonora es sutil y pasa casi desapercibida, empleada sólo en ciertos momentos épicos o sentimentales que no hacen otra cosa que reforzarlos.


Y con este trabajo, DiCaprio se llevó su merecido Óscar. Ha empleado todos los recursos aprendidos a lo largo de su carrera para presentarnos a un personaje real con el que sufrimos y odiamos, pero también con el que mantenemos la esperanza. El actor ha sabido transmitir cada emoción, sentimientos y sensaciones por las que pasa su personaje con gestos naturales y una actuación sublime que recordaremos durante años.
Otro personaje importante para la trama principal, que no antagonista, ya que el antagonista no puede ser otro que ese contexto y ese escenario en el que Glass se desenvuelve, es Fitzgerald al que encarna un asombroso Tom Hardy, que se las apaña para crear un personaje odioso y sin escrúpulos realista, pero un tanto previsible.
Quizá, la única parte mala es que los personajes no evolucionan sino que se dejan llevar por la historia hasta su conclusión final.
El resto de personajes se mueven al son del protagonista, casi todos en su contra, tratan de imponerse a su deseo de conseguir su objetivo salvo un par de ellos que tratan de ayudarle. El resto del reparto parece que huye de rostros conocidos, quizá para darle más peso al actor principal y no eclipsar la historia que encierra su personaje.

Esta producción nos trae una historia simple pero apasionante, relatada de una forma épica y mostrando sin pudor cada acontecimiento sin evitar en ningún momento lo visceral y brutal de algunas secuencias. Pero eso no impide que la poesía no esté presente a través de los flashback o de esos momentos de introspección a los que el protagonista se ve empujado por situaciones límite que rozan lo inverosímil y que le aportan un grado de heroicidad.
El Renacido nos muestra lo mejor y lo peor de las personas, y también es un canto a la esperanza al representar cómo alguien puede sobreponerse a una catástrofe y seguir pese a todo.
La mejor parte es sin duda la batalla contra el oso al captar esa lucha por la supervivencia y el momento del "parto" del caballo donde el protagonista parece renacer una vez más.
Lo peor es su duración, demasiado larga aunque no se hace pesada, debido por planos demasiado largos y secuencias que no aportan mucho. Por lo demás es una película interesante y entretenida que nos muestra una historia increíble que nos atrapa desde el primer momento.

domingo, 19 de junio de 2016

Maggie

Un punto de vista diferente que aporta frescura para un tema que ya empieza a oler (y no sólo por los zombis). El terror y la acción, propios del género, dan paso al drama que se mantiene desde el comienzo, haciendo hincapié en las emociones y la fase de duelo que viven los protagonistas, que se ven acentuadas por las situaciones límite a las que los personajes se ven arrojados.

Pese a la ligereza del guión en cuanto a las acciones y alguna que otra secuencia innecesaria, logra transmitir las emociones de ida y vuelta entre personajes y lo dramático de la situación que viven de tal forma que nos hacen sentir parte de ese duelo que atraviesan padre e hija. Una despedida agónica que se prolonga en el tiempo quizá demasiado y cuya evolución se nos antoja lenta en las tres primeras partes y como una revolución en la última. Hubiese sido más interesante y le hubiese aportado mayor dramatismo a la historia haber mostrado un final mucho más visceral que poético.
Salvo en dos o tres momentos puntuales en los que hay cierto frenetismo, la acción se centra en lo cotidiano huyendo del tipo de acciones que caracterizan al género, y manteniendo una pausa constante que logra crear situaciones desesperantes. Esto hace que la balanza se incline a favor de los diálogos, que son más relevantes y cargados de emoción. La situación de los personajes queda clara desde el comienzo pues se nos ofrece información sobre ellos con pequeños detalles y gestos que evidencian las posturas de cada uno en todo momento,
Es evidente que Maggie es un intento por retratar la intolerancia hacia ciertos grupos sociales o con enfermedades extrañas, y sirviéndose del comportamiento de algunos personajes para con Maggie lo consigue. Del mismo modo, se trata de una rotunda crítica al sistema contra enfermedades de los EEUU, que queda más o menos representado en el sistema que se sigue en la película, donde encierran a los personajes en una cuarentena hasta que son consumidos por la propia enfermedad sin que nadie haga algo por evitarlo.
Pero lo evidente es que esta película muestra con fidelidad un proceso de duelo con un final más que asumido e inevitable desde el comienzo pero que no evita que los personajes deban asumir tal situación. Por ello, tenemos a una adolescente que sufre al saber que su vida termina cuando apenas ha comenzado y que se perderá muchas experiencias de la vida. A un padre que debe asistir impotente a la lenta y dolora muerte de su hija, y que debe intentar hacerle más llevadero el proceso así como darle un final digno y con el menor dolor posible. Y a una madrastra sobreprotectora con sus pequeños que no entiende la situación aunque trata de sobrellevarla lo mejor posible para no romper la estabilidad familiar. La conclusión final es demoledora. Alguien que huye antes de la quema, otro que sufre ante la impotencia y la duda, y el núcleo de todo esto que decide tomar una decisión drástica por el bien común. Sin lugar a dudas, estamos ante una situación complicada que se resuelve de una forma simple e inevitable pero no por eso menos conmovedora.


El aspecto que el realizador le ha dado está a caballo entre un cine independiente de bajo presupuesto con planos muy cerrados y largos donde se tira bastante de transfoco y desenfoque (con el fin de evitar mostrar demasiados detalles), pero donde también hay planos generales que muestran con cierta poesía el ambiente austero y rural en el que se desarrolla la historia; y un cine más comercial, con flashback muy bien tratados en momentos puntuales y algunos planos característicos del género. Lo que más se acerca al género zombi de esta película es el aspecto de la fotografía, con tonos pasteles y apagados, que contribuyen a crear ese ambiente frío tan sólo roto por la calidez de los sentimientos mostrados entre los personajes. La inestabilidad de la cámara y las constantes correcciones de los planos son debidos a los planos tan cerrados, lo que también apuntala esa desazón constante que nos transmite en todo momento la película. Ese temor a que todo estalle sin previo aviso.
Los efectos especiales son más que dignos y la evolución de la enfermedad está muy bien retratada. Algunas escenas son impactantes y, aunque se juega más al insinuar que al mostrar, no se evita en ningún momento recrear situaciones dramáticas donde los efectos especiales son muy necesarios y se emplean sólo lo justo, sin colmar las secuencias.
La puesta en escena junto con las localizaciones es más que efectiva y sirve para ambientar con lógica y naturalidad la historia. Los parajes en los que transcurre todo contribuyen a esa intimidad necesaria entre un padre y una hija que buscan el modo de despedirse sin que sea demasiado doloroso para alguno de los dos. Las localizaciones se muestra en proceso de destrucción pero se mantiene cierta normalidad, pues no parece en realidad un apocalipsis ni que todo esté fuera de control sino que existe una cierta calma y control por parte de las autoridades que nos hace entender el motivo de que esté así la situación.
Todo esto se ve aderezado por una banda sonora íntima, llena de matices y que aparece de forma puntual en los momentos de más sentimentalismo. Los silencios, cortados por las profundas respiraciones o los murmullos, son igualmente importantes y tienen un peso evidente en esta película.

No voy a decir que sea la mejor interpretación de Schwarzenegger pero sí que es un cambio de registro interesante que evidencia que el actor puede interpretar con dignidad cualquier papel. Asume el rol de estrella de cartel, pero sólo en el cartel, pues en pantalla permite al resto brillar por cuenta propia sin llegar a eclipsarlos. La acción esta vez la deja sólo para ciertos momentos en los que la tensión aumenta por cuestiones de guión. Su expresión dura, imposible de suavizar, se ve algo ensombrecida por la pena que siente su personaje. Le falta representar un tanto mejor esas emociones y saber reflejarlas en sus expresiones, pero lo cierto es que nos transmite esa melancolía y el dolor que un padre puede sentir en esa situación.
Abigail Breslin es el otro pilar de esta producción. Sobre ella recae todo el peso interpretativo al tener que mostrar diferentes emociones y, al mismo tiempo, tratar de representar con todo el realismo posible la evolución de una enfermedad que le consume. La joven actriz no se amedrenta frente a un titan sino que le supera con creces ofreciendo un personaje lleno de vida, carismático y con cierta progresión.
El resto de los personajes, secundarios, orbitan alrededor de los protagonistas como un complemento útil que da sentido a lo que sienten los personajes principales. Dan juego en la trama principal en detrimento de lo que hubiesen podido ser unas jugosas subtramas, que habrían dado aire fresco a la historia y variedad de situaciones.

Maggie no es lo que piensas, no es lo que esperas. No, no es una película de zombis convencional en la que se priorizan el gore y la acción sobre emociones y sentimientos. No veremos mutaciones imposibles o hordas de zombis en busca de carne humana. No veremos seres humanos atrincherados, luchando por sobrevivir en un apocalipsis zombie en el que todo está destruido. Y será una vez entendamos todo esto cuando podremos dejarnos llevar por esta apasionante historia y disfrutar de este impecable drama indie, de todo lo que nos ofrece. Si bien es cierto que se podría haber centrado mucho más en la parte final y haberla explotado con el fin de conseguir una conclusión más desarrollada y con un climax más explosivo y lleno de significado en lugar de plantear situaciones que poco o nada aportan a la trama principal. De las subtramas se podría haber sacado mucho más petróleo, sirviendo como buen acompañamiento a la trama principal.
Esta no es una película para ese público que busca una película de zombis convencional sino para alguien que busca algo fresco y diferente en un género en el que resultan más interesantes los vivos que los zombis.


viernes, 10 de junio de 2016

Castelvania: Lords of Shadow - Mirror of Fate

Corto pero intenso. En apenas tres palabras se puede definir esta secuela del supuesto reinicio de una saga mítica que nos acompaña desde prácticamente el inicio de la industria de los videojuegos.

Con una historia dividida en tres tramas argumentales unidas por un nexo común, podemos decir que existe una variedad limitada, ya que las tramas son semejantes entre sí y recorren casi el mismo camino. Se potencia con cada una de las tramas la lucha entre el bien y el mal, siempre presentes en la saga, y también la imposibilidad de luchar contra el destino marcado, que nos persigue y al que sucumbimos de forma irremediable. Algo que nos queda más que claro con el contundente pero esperado final. Y es que todo transcurre de forma fluida hacia lo inevitable y esperado desde el comienzo. Quizá no se ha sabido jugar esa baza de la sorpresa final en el guión para sorprender o impactar al jugador.
Como digo, las tramas se entremezclan con acierto, mostrando en momentos puntuales la confluencia entre todas ellas. El odio, la venganza y el sufrimiento por el abandono están muy presentes en el juego, pues son los sentimientos sobre los que se basa la historia y lo que mueve a los personajes.
El carisma de los personajes principales queda eclipsado por el de Alucard, quizá el personaje más complejo y el que se ve atrapado entre el resto de tramas.

El juego transcurre en el entorno 2.5D que tan bien le sienta a la saga, ofreciendo una profundidad muy vistosa con fondos vivos que resultan muy bellos y que se mueven ofreciendo un pseudo 3D muy llamativo, que bien se aprovecha con el 3D que ofrece la Nintendo 3DS, que al ser activado hace que nos sintamos inmersos en el juego y podamos disfrutar de unos decorados espectaculares potenciados por un juego de luces más que acertado. La única pega es que la estética general se rompe con algunos vídeos en Cel-shading que, encima, no se pueden saltar. Los tiempos largo tiempos de carga entre escenarios del mapa también pausan la experiencia de juego.
Tanto los escenarios como los personajes, han sido creados cuidando todo tipo de detalles para que encajen en un ambiente gótico muy adecuado para el género y la época en la que transcurre el juego.
Los efectos de sonido son realistas y muy bien insertados. La banda sonora, por su parte, consigue que nos sumerjamos con facilidad en la historia. Es épica, y contribuye a crear la atmósfera del juego. Las voces de los personajes, sólo en inglés, han sido bien dobladas, reflejando con realismo en todo momento la variedad de sensaciones y sentimientos por los que los personajes pasan.

En cuanto a la jugabilidad, se sacrifican elementos como las mejoras de armas y personalización, así como el sistema de mejoras, a favor de las plataformas y una acción más directa. Hay pocos puzzles, pero colocados de forma inteligente y que sirven como complemento esencial al argumento. El nivel de dificultad de estos no es demasiado aunque sí nos llevará algún que otro quebradero de cabeza.
Al primar la acción y, en algunos casos, el típico minijuego de botones para acabar con ciertos enemigos, tendremos que morir en varias ocasiones teniendo que repetir el combate hasta aprendernos el patrón necesario para acabar con el enemigo en cuestión. Lo mismo sucede con las plataformas, pues nos veremos igualmente obligados a rejugar la misma zona varias veces hasta aprender dónde debemos saltar y dónde no.
La exploración está muy presente en el juego, ya que tendremos que recorrer casi todo el mapa (y más de una ocasión volver sobre nuestros pasos) en busca de objetos o poderes necesarios para avanzar. A lo largo del mapa encontraremos unas fuentes en las que podremos recargar magia y salud, así como miembros de La Hermandad caídos que nos darán pistas o mensajes que sirven como complemento al argumento.
La variedad de enemigos se agradece y la dificultad, variable, para derrotar a algunos de ellos nos pondrá las cosas difíciles en ciertos enfrentamientos.
El sistema de juego es simple. Avanzamos hacia atrás o adelante hasta llegar a un objetivo marcado, combatiendo con el "Matavampiros" a los enemigos que se cruzan en nuestro camino. A lo largo del juego, iremos adquiriendo habilidades, que representan tanto al bien como al mal, del mismo modo que objetos arrojadizos como armas secundarias, de los cuales tan sólo se puede mejorar la cantidad que portamos.
Pese a que podemos jugar la aventura sin apenas activar el efecto 3D, sí es cierto que en algunos combates o en algunas zonas este sistema tiene cierta utilidad y nos facilita superar cada situación o enemigo. También hace más vistoso el juego y le da profundidad a los decorados.

Castelvania: Lords of Shadow - Mirror of Fate es una secuela digna, la cual ofrece personajes variados con un aspecto inmejorable que se mueven por unos entornos bellos y llenos de vida, y que, potenciados por el 3D que ofrece la consola, ofrecen una inmersión total al jugador tanto en la historia como en el juego. Su aspecto gótico y una BSO impecable, contribuyen a que la experiencia de juego sea magnífica.
El argumento es interesante y nos muestra el devenir de una saga de caza vampiros mítica, el problema es que el transcurso de las tramas se antoja repetitivo en ocasiones y los finales de cada una de las tramas, así como del final, no es nada sorprendente o novedoso, pues esperamos que suceda casi desde el comienzo.
El tipo de jugabilidad le hace mucho bien a este juego. Sencillo y rápido, ideal para una portátil. Aunque quizá se echen de menos ciertos aspectos que siempre han acompañado a la saga y que la han conseguido que los juegos sean mucho más completos y complejos. Por otro lado, el sistema de autoguardado y el gran número de puntos de control muy cercanos entre sí, son más que apropiados para la plataforma.
Con una amplia variedad de enemigos, de situaciones y decorados, jugarlo se hace ameno y las horas de juego pasan rápido. La dificultad irregular, pero ascendente, hace que a veces se pierda algo de fluidez en el juego al tener que repetir en ocasiones una misma parte, bien para aprender el patrón con el que superar un nivel o por la dificultad para derrotar a los enemigos con las armas de las que disponemos. Esto sumado a la corta duración del juego y las pocas posibilidades novedosas que ofrece al ser rejugado hacen que quizá más de uno se piense su compra. Pero está claro que aquel que lo haya comprado no se arrepentirá de haberlo hecho sólo por poder disfrutar de los preciosos decorados, los vivos entornos y los detallados personajes, así como una banda sonora hermosa.
Por último, un dato. Para quien lo vaya a jugar, o lo esté jugando, espero que encuentren un guiño que se hace al fontanero emblema de la compañía.

domingo, 5 de junio de 2016

Antes del anochecer

No cabe duda de que esta tercera parte es más ambiciosa que sus predecesoras en todos los aspectos. Linklater cierra su trilogía con unos protagonistas más maduros, autocríticos y viscerales que tratan de lidiar con los problemas de una larga relación que parece oxidada.

Jesse y Celine vuelven a aparecer en escena, esta vez no sólo como amantes sino como padres, y eso se hace notar desde la primera secuencia. Por ello, a las preocupaciones que colmaban las interesantes y profundas conversaciones de la pareja, se suman ahora otros problemas con los que tienen que lidiar, como el óxido que poco a poco corroe lo que a priori parece una férrea relación o las dudas que se ciernen sobre Jesse al ser consciente de que su hijo se está criando sin una figura paterna a su lado, con lo que consigue que el universo de una segura y convencida Celine se tambalee.
Todo transcurre en una hermosa Grecia, tan llena de poesía, magia y encanto como las anteriores localizaciones, aunque esta vez los protagonistas se ven rodeados de otros personajes que aportan variedad y agilidad a las conversaciones, en las que se salta de tema en tema con tanta fluidez y naturalidad que los giros apenas se notan. El sexo, la vida y el amor como temas principales dan paso a charlas sobre la existencia, la muerte o el legado que dejamos. Queda presente en todo momento la madurez que han alcanzado los protagonistas y la evolución tanto en su forma de expresarse como en todo aquello sobre lo que hablan. Algo a destacar es el realismo con el que todo se trata, incluso una fuerte discusión final en la que Celine deja constancia de todo lo que ha pasado en esos nueve años desde la última vez que se vieran, cómo ha tenido que lidiar con ciertos problemas de los que Jesse se alejaba por cuestiones de trabajo. Queda claro el discurso inconformista y feminista de la protagonista que no se da por vencida en lo que a la consecución de sus sueños y deseos se refiere, así como los anhelos de Jesse para tratar de poner fin a una situación que detesta, criticando duramente la situación de los hombres ante un divorcio. Las inseguridades entre la pareja y la importancia de individualismo en la misma, están igualmente bien reflejados.
En algunas ocasiones el discurso parece diluirse en temas banales, lejos del argumento tan bien tejido que se dan en algunas secuencias. Pero salvo esto, todo discurre con cierta linealidad, alterada sólo por altibajos dados por las emociones expresadas por los protagonistas al tratar ciertos temas, a través los cuales descubrimos más acerca de la pareja y de lo que les ha ocurrido a lo largo de los años. Las diferentes situaciones hacen que exista una gran variedad de temas; lo que hace la película más ágil y menos introspectiva que sus precuelas.


La variedad de situaciones obliga a Linklater a emplear planos más cortos y una edición más ágil cuando los protagonistas se encuentran en compañía de los secundarios, mientras que mantiene planos largos fijos cuando la pareja habla entre sí. Los planos secuencian están a la orden del día y pese a no ser demasiado vistosos, cumple con su objetivo: que nos centremos en la conversación que mantienen Jesse y Celine, pues debemos tener en cuenta de que en esta película prima el diálogo sobre la acción. El mantener enfocado siempre a los personajes sobre el fondo también ayuda a que esto sea así.
La fotografía cambia según el estado de ánimo de los protagonistas y el tema sobre el que versan sus conversaciones, siendo más sombría en la parte final, cuando todo parece desmoronarse; o con más luz al comienzo, cuando las charlas se mantienen en un ambiente más distendido.
La banda sonora aparece en momentos puntuales para ayudar a crear un contexto y apuntalar la emoción de un momento. Los silencios cobran su importancia al servir como separador de temas o para retratar la incomodidad al respecto de los personajes sobre algo en concreto así como ese momento en el que meditan sobre algo que ha ocurrido.

Se nota la madurez interpretativa tanto en Ethan Hawke como en Julie Delpy. Sus actuaciones siguen una línea ascendente respecto a las anteriores películas de la saga, cubriendo en esta ocasión un amplio abanico de emociones y sensaciones que quedan bien presentes desde el comienzo de la película hasta el final. Ambos nos regalan un momento para el recuerdo en la parte final, donde no sólo se quitan la ropa sino las máscaras para dar un golpe sobre la mesa y demostrar que son imparables en su interpretación de una pareja real que sufre altibajos, haciéndonos olvidar que son actores y mostrando tan sólo a los personajes, que una vez más se muestran reales y tan naturales como los entornos que recorren.

Antes del anochecer supone el final de una saga en la que se hacen guiños y menciones, como no podía ser de otra manera, a sus predecesoras. Es el punto y final que pone una guinda a una relación que hemos visto evolucionar y donde se han tratado temas tan dispares e interesantes que nos han servido para conocer a sus personajes y cada detalle de sus vidas.
Linklater ha querido entregarnos un mensaje vital de esperanza con el que trata de concienciarnos de que el amor puede superarlo todo; de que pese a todo, no hay nada más fuerte que el amor. Lo hace con la ayuda de dos titanes de la interpretación que no se limitan en dar vida a sus personajes sino que se convierten en ellos para regalarnos una historia impecable y llena de emociones. También se apoya en una realización más dinámica que quizá aporta un punto de agilidad al argumento y no lo hace tan espeso.
No hay lugar a dudas de que el mejor momento transcurre ya al final, en un hotel, donde la magia y el romanticismo parecen no existir. Posiblemente un reflejo de la realidad de una pareja estancada en la que todo parece surgir de forma mecánica y donde la pasión o la sorpresa, así como el romanticismo, parecen no tener cabida.
Lo peor es quizá que el excesivo empleo del diálogo sobre la acción pueden resultar agobiante o aburrido para el espectador que no comprenda que la importancia de esta película reside en todo aquello que se dice y no en aquello que se hace.