miércoles, 26 de noviembre de 2014

Asador Donostiarra

Me recomendaron este sitio y las pocas dudas que podía tener sobre él se esfumaron al entrar en su página web oficial: Asador Donostiarra. Un sitio web completo e intuitivo en el que podremos encontrar desde una completa galería donde ver el interior del restaurante hasta un menú que nos ayudará a confeccionar nuestra propia carta y hacer la reserva, así como los vinos de los que se compone su bodega. Si, todo muy práctico y preparado para velar por nuestra completa satisfacción desde el momento en el que decidimos acudir a este restaurante.
Esto sirve como anticipo a lo que encontraremos en el sitio físico.

El Asador Donostiarra se encuentra en una zona bastante bien conectada con el transporte público de Madrid. Además, para quienes decidan ir en su vehículo personal, dispone de un aparcamiento propio. La parada de Metro Tetuán es la mejor opción si vamos en metro ya que el restaurante se sitúa en una calle cercana: Calle de la Infanta Mercedes, en el número 79. El aparcamiento no está demasiado lejos y parece estar bien señalada su situación (tomé la opción de ir en Metro, por eso no puedo profundizar en este aspecto).
Nada más llegar nos encontramos con un sitio bastante peculiar por fuera. Pequeños jardines frente a la fachada, unos carteles negros maltratados por el tiempo, una fachada de piedra en la que se dibujan ventanas redondas (muy al estilo de la casa de los hobbits de El señor de los anillos). Cada uno de los detalles trata de trasladarnos a otro lugar, alejados del bullicio de la ciudad. Y, por muy extraño que suene, por momentos lo consigue.

Ya al entrar somos conscientes de la cuidada atención al público que ofrece el servicio en este restaurante. Apenas esperamos unos segundos hasta que lo que parece ser el jefe de sala nos asalta para ofrecernos toda su ayuda y atención. Algo muy de agradecer, ya que el tiempo es oro.
Pasamos tras el señor a nuestra mesa y enseguida nos ofrece algo para beber, que acompaña con unos aperitivos cortesía de la casa y la carta.
El interior del restaurante es lo que se espera: un asador. Toda la decoración es rústica, tanto en la construcción como en los objetos que decoran el lugar. Las paredes están cubiertas, por completo, con fotografías de personajes ilustres que han pisado el restaurante así como futbolistas, políticos, artistas y demás... Algo que da caché al sitio.

El entorno invita a comer e indica, además, el estatus y la categoría del restaurante.
Comenzamos con chistorra y unas banderillas de anchoas con guindillas bastante agradables, regado todo con cerveza, claro. Y, pese a que tenemos la carta ya cerrada (cosa que no tardamos en comunicar y que ellos no tardan en solventar), ojeamos la carta para comprobar la gran variedad de platos que ofrece este asador, siendo, por pura lógica, los platos de carne los que más abundan.
Mientras damos buena cuenta de los aperitivos, uno de los camareros se acerca para preguntarnos por el tipo de vino que queremos. Rioja, le contesto, y apenas unos segundos después aparece con una botella que nos muestra pero que no llega a servir al comprobar que aún no habíamos terminado las cervezas. Todo un detalle a tener en cuenta.
Tras descorchar la botella y dejarla sobre la mesa nos enuncia las opciones del plato principal de nuestra carta personalizada para que escojamos. Yo escojo un entrecot a la tabla y mi pareja Merluza rellena de txangurro. Y justo al irse el camarero comienzan a llegar los entrantes: un paté casero de oca acompañado de vinagre balsámico que está de lujo (lo recomiendo encarecidamente), un plato de jamón ibérico bastante generoso y una ensalada de langostinos con bacalao confitado que sabe a gloria. Al terminar las cervezas, una de las camareras se acercó y nos sirvió vino enseguida. Este es uno de esos gestos que marcan la diferencia, que le dan clase al lugar y que logran que te sientas cuidado.

El plato principal no tardó en llegar nada más acabar con los entrantes. Primero el pescado; luego la carne.
Debo reconocer que pese a no ser muy de pescados, pude probar la merluza y estaba bastante buena. La salsa, el relleno. Todo servía como gran acompañante a la merluza sin llegar a quitarle protagonismo. Un plato jugoso y lleno de sabor. Para los amantes del pescado es, sin lugar a dudas, la mejor opción.
Sólo un instante después llegó la carne. Que venía con instrucciones y todo. Primero trajeron el entrecot a medio hacer y bien sazonado. Cortado en tiras de un grosor adecuado. Luego trajeron un plato caliente, como de cerámica. La camarera tomó con dos cucharas un trozo de la grasa del entrecot (dejado de forma estratégica en el plato) para frotarlo contra el plato de cerámica al que después echó algunos trozos de carne para que se terminaran de hacer. Es un verdadero lujo poder hacerte la carne a tu gusto.
Debo reconocer que el entrecot estaba muy tierno y bastante jugoso. Y el que pudiera darle el punto que quisiera o mantenerlo caliente es lo mejor del plato. Por supuesto, el servicio se preocupa en que siempre haya un plato caliente sobre la mesa en el que terminar de hacer la carne. Están muy pendientes de esto.

Antes de los postres trajeron un par de copas de sorbete de limón. Algo para limpiar el paladar y poder disfrutar mejor de los sabores dulces.
Acompañando una botella de orujo y otra de limoncello, llega el primer postre: tejas y una porción de tarta de queso. Este es un postre casero que está delicioso. La tarta de queso está firme y consistente pero cremosa a la vez. Y las tejas están crujientes y con un toque afrutado.
Para finalizar el postre trajeron dos bolas de helado.
Fue al retirar los platos cuando una camarera nos preguntó por si queríamos café o algo más. yo pedí un té verde y creo que mi pareja se decantó por un café. Una pequeña caja de bombones, regalo de la casa, fue la guinda a un menú y una comida para recordar.

Qué más decir de este lugar. Cuidan todo detalle y siempre están pendientes del cliente. No demoran en traer comandas ni en retirar platos vacíos pero aún así no sientes presión ni prisa a la hora de ser atendido, te dejan espacio y tiempo para comer con tranquilidad (nosotros estuvimos tres horas). Los camareros son atentos y serviciales.
El lugar es llamativo por fuera y acogedor por dentro. Todo está limpio y ordenado, y aunque dispone de mucho personal nunca llega a dar sensación de agobio o caos. El espacio entre mesas es el adecuado aunque en algunas partes pueda pecar de extrema cercanía entre mesas.
Tanto por el sitio como por la comida percibimos que no será demasiado barato, pero lo cierto es que tampoco es demasiado caro ( a ver, no es un sitio al que uno va todos los días pero al que puede ir de vez en cuando para darse un capricho). El precio, dependiendo de lo que escojamos, bien sean menús cerrados o platos independientes, puede variar entre los cuarenta a ochenta euros por comensal.

Para todos aquellos que quieran dar una sorpresa a su pareja o a algún familiar llevándolos a comer, o cenar, platos de una elaboración cuidada y bastante buenos a un restaurante de lujo, excepcional, frecuentado por famosos, deportistas y políticos, este es su sitio. Puede parecer un poco caro, pero en verdad merece mucho la pena y apenas sales del restaurante ya estás planeando cuando volver.
El Asador Donostiarra es un capricho que te puedes dar.

viernes, 21 de noviembre de 2014

El rey león

Nada más entrar al teatro nos sentimos abrumados por la magia del lugar. Ya en el patio de butacas buscamos nuestras localidades y tomamos asiento, no podemos evitar sentirnos minúsculos ante tal grandeza. La magia está allí presente, en cada detalle. Un murmullo constante nos acompaña y no podemos más que mirar con asombro de un lado a otro y deleitarnos así con el ambiente que se respira. Entonces, tras los comunes avisos por megafonía, las luces bajan su intensidad con poética lentitud y con el grito de alguien solitario sobre el escenario comienza el musical de El Rey León.
Se hace la luz sobre el escenario mostrando a algunos personajes danzando y cantando. El corazón se nos encoje y sentimos un nudo en la garganta. Miles de emociones nos asaltan logrando lágrimas y sonrisas a la vez. Un hermoso recuerdo de nuestra infancia nos golpea. Un verdadero viaje al pasado da comienzo mientras nos dejamos llevar por esa tan carismática primera canción y somos testigos de cómo el escenario se va llenando poco a poco de la más diversa fauna africana. Un verdadero espectáculo.

Los diferentes elementos de la escena se van sucediendo sin que apenas seamos conscientes de ello mientras comienzan a perfilarse los personajes principales a los que, por memoria, conocemos bastante bien.
Una historia ya conocida, contada de la misma forma que siempre pero con elementos clave que la dota de ese halo especial que sólo se da en el teatro.
Nos encontramos con la traición y la venganza en una historia que hace referencia a los diferentes tipos de gobierno y de escalas sociales. Una historia capaz de dejar un mensaje claro como la tolerancia y la desaprobación del racismo. Y lo asombroso es que lo ha hecho sirviéndose de un relato atractivo que cala bien en los niños..., y no tan niños. Se trata de una historia entretenida que trata algo vital para la mejora y bienestar de la sociedad.

Nos encontramos con una puesta en escena brillante. Vibramos con las espectaculares coreografías y los incesantes movimientos de los actores sobre las tablas. Nos transportamos con los ingeniosos decorados que, pese a su sencillez, consiguen que nos sintamos inmersos en la historia y en el lugar en el que se sitúa la acción. La caracterización de los actores está tan lograda que sólo vemos animales desfilar por el escenario. Los juegos de luces y sombras contribuyen a crear efectos impecables de una forma vistosa y efectiva.
¿Y qué decir de las canciones, de la música en vivo o de los efectos sonoros creados mediante instrumentación? Sirven para narrar la historia, para crear emociones y, sobretodo, para nuestro deleite. Las voces se pierden entre los instrumentos en una fusión fantástica en la cuál tan sólo se percibe un todo.
Todo acompañado por una interpretación magistral de todo el elenco, desde los más pequeños hasta los mayores. Los actores saben transmitir toda la variedad de emociones y sensaciones que de forma constante se van dando a lo largo del espectáculo. Hacen las veces de alma e instrumentos, su aportación no se limita a dar vida a un personaje si no que van mucho más allá siendo una parte fundamental, el pilar sobre el que se asienta la producción.

El Rey León es uno de esos espectáculos capaces de acercar el teatro a un público más general. Es una historia que nos acompaña desde hace mucho tiempo y que se ve renovada como una obra excepcional.
Trata de enseñarnos y entretenernos a partes iguales y sin reparos, logrando que las emociones surjan por sí solas.
El musical de El Rey León es algo que se debería ver al menos una vez. Es una obra especial y conmovedora. Una auténtica delicia. 

domingo, 9 de noviembre de 2014

Flashforward

... o Recuerdos del futuro, el cuál es el título original de esta obra literaria del canadiense Robert J. Sawyer. 
El autor nos invita a echar un vistazo al futuro mediante este thriller de ciencia ficción en el que descubrimos la historia de unos científicos que, tratando de hallar el Bolsón de Higgs, logran que la consciencia humana viaje 21 años hacia delante para visualizar durante casi 2 minutos el futuro que le depara a la humanidad. Muchos de los que ven su futuro tratarán de cambiarlo, otros de entenderlo. Y aquellos que no haya tenido visión, tratarán de resolver su propio misterio.
Aliciente bastante interesante que nos invita a comprobar cómo este hecho tiene efectos a corto y largo plazo sobre la sociedad y todo lo que la rodea.

La historia está dividida en diferentes tramas conectadas entre si que le aportan dinamismo y frescura a una novela que en ocasiones se hace demasiado pesada de leer debido a los constantes tecnicismos que pueblan sus páginas. A pesar de esto, en general, no es complicada de leer, lo que facilita que un amplio target de lectores se puedan interesar por esta novela y la lean sin problemas. De hecho, lo que Sawyer nos cuenta es tan interesante que consigue que permanezcamos enganchados a su novela desde la primera página.
Las dispares situaciones que se dan a lo largo de la novela son narradas con un esmero a tener en cuenta que le aportan ese punto necesario de veracidad a la historia, y apenas cuesta crear imágenes mentales a partir de las elaboradas descripciones. Los diálogos son fluidos y brillantes, siendo una parte importante de la obra que nos ayuda a comprender ciertos aspectos de las diferentes tramas y de sus personajes, los cuales transmiten sensaciones y sus propios sentimientos como si de personas reales se tratara. Personajes redondos, sin duda.
Flashforward está llena de giros argumentales que nos dejan helados pero que, de forma sorprendente, tienen sentido. Quizá debido a que asumimos que es ciencia ficción y que todo puede pasar. Su irónico y ácido sentido del humor logra sacarnos más de una sonrisa mientras que ciertas situaciones nos harán reflexionar sobre temas tan interesantes como la existencia de los multiversos, el dilema sobre si el futuro es inmutable o no, o incluso sobre la inmortalidad.
Y es que Sawyer ha conseguido una obra entretenida que además nos hace meditar sobre ciertos aspectos de nosotros mismos y del universo. Además, cabe alabar la profunda investigación previa a la escritura de la novela, con lo que ha conseguido dar veracidad a todo lo que en ella ocurre.

Flashforward nos muestra las consecuencias de un viaje al futuro, por breve que sea. Nos traslada a un tiempo en el que todo es posible y la tecnología está tan avanzada que la humanidad se integra con ella a la perfección.
Nos obliga a meditar sobre todo esto. Sobre los viajes temporales y sus consecuencias. Sobre el incontrolable avance de la tecnología y la ciencia. Nos plantea dilemas bastante interesantes a lo largo de toda la novela.

Si alguna pega se le puede poner es que parece terminada con premura. Todas las tramas se resuelven demasiado rápido en los capítulos finales. Aún así, tiene un final bastante convincente aunque algo predecible.
El abuso de los tecnicismos puede suponer una desventaja para quienes no estamos familiarizados con ciertos términos, lo que hace que en ciertos puntos la lectura se vuelva tediosa.

De todas maneras, Flashforward es una novela interesante y con un subtexto que nos hace pensar.
Muy recomendable.

Yo, Frankenstein

Nos encontramos ante un intento por actualizar la grandiosa obra de Mary Shelley dándole un nuevo sentido. Un error que resulta bastante vistoso pero que carece del espíritu que atesora la obra original u otras producciones basadas en el mítico monstruo del visionario Doctor Frankenstein.

Y es que Kevin Grevioux no ha conseguido con su guión, inspirado en su propia novela gráfica, transmitir el profundo mensaje que siempre ha acompañado a esta historia: el inalcanzable sueño del ser humano por crear vida, por lograr resucitar a los muertos y la consecución de la vida eterna. Un dilema moral que invita a reflexionar y al cual se le puede sacar un jugo bastante interesante, pero que en este caso queda relegado por la siempre vigente e inevitable lucha entre el bien y el mal en el que un ser se encuentra en medio siendo la clave para ambos bandos por alcanzar la victoria. ¿No os suena? Si, lo cierto es que este concepto está bastante trillado. Algo que ya explotó Stuart Beattie como co-guionista en la fantástica Underworld y que ha tratado de repetir sin el mismo éxito con su Frankenstein particular.
Se queda estancado en una historia previsible y sin más texto que el ordinario para este tipo de producciones. No ha sabido ir más allá respetando todo aquello que la obra original trata con verdadero atino. No es más que otra historia vacía sobre el bien y el mal, carente de sentido y que podría haber protagonizado cualquier ser.

Aún así, lo cierto es que se ha logrado una estética acorde al tema a la cual acompaña unos efectos especiales bastante interesantes y vistosos. Quizá esta sea la única parte positiva de la producción. Una estética fiel al cómic en algunas tomas pero caótica en otras muchas que no hace si no entorpecer la creación de un clima apropiado para la historia. Una banda sonora ruidosa que no sirve nada más que para aportar caos al conjunto pone la guinda a este desastre audiovisual hecho de retales, tal y como su protagonista, al cuál pone rostro un inexpresivo Aaron Eckhart.
Cabe la posibilidad de que encontremos un Frankenstein bastante alejado de la realidad a la que estamos acostumbrados. Un lastre que a los incondicionales de este monstruo les parecerá una auténtica aberración. Ya que la caracterización de Eckhart se limita a unas simples heridas cosidas de aquella manera que corren su piel, además de que queda claro desde el principio que no nos encontramos ante un ser hecho de retales al que le cuesta moverse sino que se trata de un superhombre capaz de todo.
También recupera Beattie a Bill Nighy para darle el papel de malvado supremo en el que encaja a la perfección, quizá ya rodado por su rol en Underworld. Nighy nos regala la mejor interpretación de esta producción.

Mala película y peor Frankenstein. Una verdadera abominación que huye de una buena historia con un mensaje increíble para centrarse en una película de acción sobrenatural al uso a la que tan acostumbrados estamos, en la que sólo se trata la constante lucha entre el bien y el mal con el objetivo de salvar o destruir a la humanidad. Sólo al principio y al final encontramos unas ligeras pinceladas de lo que podría haber sido esta producción: Una película que, sin dejarse llevar por la corriente de la acción, tratara de forma íntima el dilema al que se enfrenta el monstruo de Frankenstein al encontrarse en un mundo en el que quizá no tiene cabida. Algo que, por desgracia, tendremos que esperar para ver en una nueva actualización de este mítico personaje y la cual esperemos que llegue.
Entretenida en ciertas partes, bochornosa en otras, muy aburrida en general. Disfrutarás de los efectos especiales y de ciertos planos muy al estilo de una novela gráfica. Eso si, si no te duermes antes...

domingo, 2 de noviembre de 2014

Transcendence

Sin pena ni gloria esta producción recuerda a Nolan en lo estético, quizá debido a que la dirige su director de fotografía de confianza, y a una extraña mezcla entre Her y Lucy en el trasfondo que trata de transmitir, eso sí, sin la misma eficacia que éstas.

El Doctor Will Caster, un afamado investigador en inteligencia artificial, trata de crear una compleja máquina capaz de manejar la inteligencia colectiva de todo el mundo junto con emociones humanas. Con su compañera y pareja, Evelyn, y su compañero y mejor amigo, Max Waters, logra su propósito aunque no le llegan a implantar una consciencia a esta máquina. Caster, al igual que otros científicos y parte de su equipo, es atacado por un grupo anti-tecnología, lo que hace que se apresure en introducir una consciencia en la máquina, consiguiendo crear una máquina con habilidades sorprendentes y una consciencia humana. El objetivo de Carter es crear un mundo mejor con ayuda de la tecnología pero los medios para lograrlo no son del gusto de sus compañeros, lo que les hace plantearse un dilema moral entre lo que es correcto y lo que no.

Transcendence trabaja sobre una base que en los últimos tiempos está siendo bastante explotada: El empleo de la inteligencia artificial en concreto y la tecnología en general para mejorar el mundo en el que estamos y nuestras vidas. Un concepto interesante que no logra manejar con el mismo éxito que otras producciones, quizá por la falta de rotundidad, por extenderse demasiado en ciertos aspectos menos interesantes o por la falta de pasión en la interpretación de sus actores y la pasividad con la que se describe todo.
Es llamativo todo lo que trata, sobretodo para quienes amamos los avances tecnológicos, pero aburre cómo lo trata. Adolece de secuencias vacías que no llevan a ninguna parte y que se estancan en una misma premisa: la de que Carter necesita alcanzar una fuente de poder casi ilimitada para llevar a cabo su función; dejando abandonados otros aspectos que podrían haber sido mejor explotados. Y es que apenas profundiza en el conflicto moral que supone crear inteligencia artificial con consciencia, superhumanos capaces de procesar información a elevados niveles. Tan sólo somos testigos de una guerra entre dos bandos poco definidos y una historia de amor poco creíble.

Lo cierto es que esta producción se antoja desconcertante de principio a fin ya que no deja claro lo que quiere transmitir al público. En un principio se nos muestran los avances de Carter como un gran avance, la panacea. A la mitad de la película somos testigos de cómo estos avances pueden suponer un peligro para la humanidad y justo al final comprendemos que el buen uso de la tecnología puede mejorar el planeta y nuestras vidas. Un perfecto juego de manos que no hacen sino aturdirnos para confundir el significado final de la película. Algo negativo y positivo a la vez, ya que cada uno puede sacar sus propias conclusiones después de verla pero al mismo tiempo nos deja desconcertados.
Quizá algo que lapida el interés que pueda despertar el tema que trata sea lo poco atractiva que es la forma en la que lo trata. No es una película entretenida con la que no quedamos pegados a la butaca y en más de una ocasión despertará el bostezo. Una desgracia, ya que podría haber sido más de lo que es.

Con toda probabilidad, la parte más llamativa es casi al final, cuando mediante efectos especiales muy bien elaborados nos muestra las capacidades de la máquina y lo que en realidad quiere hacer. Sin embargo, la parte del conflicto armado deja un sinsabor y para nada resulta impresionante al haberse presentado en pantalla con demasiada simpleza.
Si en algo se ha acertado ha sido en la ambientación, la cuál representa con cierta fidelidad lo que acontece en cada localización, siendo el laboratorio una de las partes más logradas.
Queda clara la falta de rodaje de Pfister en lo que a la labor de realización respecta, con la cuál se limita a mostrar lo que ocurre y poco más. No encontramos planos complejos ni que aporten demasiado a lo que el guión trata de contar. Wally Pfister se limita a describirnos lo que ve sin intentar de darle un significado diferente, el suya propio. No trata de impresionarnos mediante tomas que aporten algo de aire fresco a la producción. Yerra al permanecer impasible mientras los minutos de su película se consumen sin llegar a reflejar con su trabajo lo que transcurre sin más.
Tampoco en el ámbito sonoro cabe destacar nada. No encontramos una banda sonora que vayamos a recordar, y tan sólo se usa para no dejar libre de sonidos algunos momentos.

Por supuesto, la pasividad en la interpretación también hace mucho y es que encontramos a un Johnny Depp demasiado alejado de lo que nos tiene acostumbrados. Quizá asimila demasiado bien el rol de su personaje y es por ello que durante toda la película se muestra como un ser sin vida, hierático. Esta vez ha sido superado por unos secundarios que por momentos parecen desubicados pero cuyos roles han sido bien definidos por sus actores. Depp parece pulular con desgana por los diferentes decorados, no transmite nada, ni tan si quiera como máquina. Con toda probabilidad, una de sus interpretaciones más descafeinadas.
Lo que si encontramos es a una Rebecca Hall expresiva que ha sabido adaptar las emociones de su personaje a cada momento, llevándolo a un climax al final bastante en la línea de lo que vemos durante todo el metraje.
La interpretación de Paul Bettany sigue la línea de su compañera femenina. Aporta sentimentalismo con el personaje que más se cuestiona si lo que experimenta su amigo Carter es lo correcto o no.
También encontramos a un Morgan Freeman bastante alejado de lo que vimos en Lucy, quizá al tener un rol más apartado de la trama principal. Si deja alguna pincelada propia del actor, pero no ahonda lo suficiente en su personaje ni interfiere demasiado en la acción.
Algo parecido le pasa a Cillian Murphy, incapaz de desarrollar su potencial al verse limitado a un secundario que aparece y desaparece de forma constante durante toda la película sin llegar a pertenecer de forma activa a la trama principal.
Kate Mara es la encargada de interpretar a la líder del movimiento anti-tecnología. Agresiva y poco más, le falta algo que la convierta en líder. No ha sabido adaptarse a lo que pedía su personaje y eso se nota, ya que encontramos una villana bastante descafeinada.

Transcendence trata un concepto interesante pero no lo hace atractivo. El empleo de la tecnología para nuestro beneficio es una carta que bien jugada puede suponer la creación de algo importante. Si se hubiera ahondado en esto, el resultado final sería muy distinto. Pero en realidad encontramos una historia de amor enmascarada por una trama que se queda a medias y que no logra el efecto deseado. Poco o nada queda en esta historia del dilema moral que suponen estos experimentos, de los conflictos que podrían tener lugar si algo de esto ocurre.
Es ridículo y poco acertado el planteamiento que se hace de un tema que podría haber dado para mucho más.


sábado, 1 de noviembre de 2014

El orfanato

Espeluznante y emocionante a la vez. Una auténtica joya del cine español que merece por méritos propios permanecer en la memoria de todos.

Esta producción en la que participa el omnipresente Guillermo del Toro, supuso el debut cinematográfico de un gran realizador de nuestro cine, Juan Antonio Bayona, que nos transporta de forma magistral a un viejo caserón, el cuál Laura junto con su marido, Carlos, tratará de transformar en una casa de acogida para menores con minusvalía. Un desafortunado acontecimiento llevará a Laura a descubrir el misterio que esconde el viejo caserón donde se crió.

Con esta base, el guionista Sergio G. Sánchez y Bayona implantan en nosotros una sensación de terror que crece de forma paulatina en nuestro interior hasta explotar en una amalgama de sensaciones muy distantes unas de otras. Logra crear una sensación de angustia que se afianza en nuestros estómagos y eriza nuestra piel. Una sensación profunda de terror que nos mantiene inmóviles ante la pantalla y que al final sufre una metamorfosis en la cual lo tenebroso se vuelve bello para hacernos olvidar el sufrimiento psicológico al que hemos sido expuestos, y hacernos sentir así una emoción inmensa al disfrutar de un final impecable.
Este drama nos aterroriza mediante el empleo del terror psicológico y no mediante el susto fácil. Bayona ha sabido crear la atmósfera perfecta para que su historia cobre vida. El uso de lo cotidiano en su discurso le aporta ese punto con el que nos hace llegar una absoluta sensación de terror de la que no podemos escapar. El empleo de lo banal y carnal para llevarnos hacia un mundo paranormal  ha sido un recurso magnífico. Los factores de los que se compone suponen el éxito inmediato en su cometido, que no es otro que hacer que el terror nazca en nuestro interior y madure hasta salir a la luz para hacernos sentir el puro miedo irracional que nos obligará a mirar a nuestra espalda en más de una ocasión. Los sustos puntuales son empleados con criterio y no se ha abusado en exceso de ello, lo que hace que no interfieran en la trama sino que la completen, y es entonces cuando pasan de ser un recurso a convertirse en casi un personaje más de la producción que sirve como guía. Hay ciertos momentos en los que el terror cobra mayor presencia, siendo estos momentos la bocanada necesaria para seguir manteniendo nuestro interés.
Consigue su propósito, sin lugar a dudas. La película nos muestra la historia de una madre coraje que lucha contra viento y marea hasta lograr su objetivo. Un gran ejemplo que lanza un mensaje positivo al final; un mensaje para aquellos que ven flaquear sus fuerzas cuando todo se le pone en contra. El Orfanato es una versión revisada, y casi mejorada, del clásico Peter Pan. La historia de un reencuentro con el pasado.


Bayona impone cátedra con esta producción que debería servir como espejo para el resto de cineastas a la hora de retratar el miedo puro. 
La estética juega un papel importante siendo lo que nos envuelve para mantenernos inmersos en la historia. Gracias a una puesta en escena cuidada y a unos tiros de cámara sencillos pero muy bien llevados a cabo, la producción adquiere ese aura adecuada para transmitir todo lo que se propone. La realización es fiel al guión, y en la composición de los planos no sólo se ha tenido en cuenta la estética sino lo que pueden representar.
La ambientación y el maquillaje han sido cuidados al milímetros para lograr absoluta fidelidad a la hora de mostrar la historia y transportarnos al lugar en el que sitúa. Son pocos los efectos visuales pero esos pocos son bastante intensos aunque  no llegan a interrumpir de forma estrepitosa en la producción.
La banda sonora es la que otorga al producto final un sentido único que va en  una sola dirección, apuntala esos momentos de tensión en los que no nos moveremos de la butaca o del sillón. Es una autentica belleza que entra en perfecta comunión con lo que vemos.

Y si en algo destaca esta producción, es en los actores que ponen rostro a los personajes. Nos encontramos con una enorme Belén Rueda interpretando a Laura. Somos testigos de su deterioro físico y mental a lo largo de la película en lo que se supone uno de sus papeles más impresionantes. Belén es el alma de esta producción, que con una actuación difícil de olvidar en la que borda los cambios que sufre su personaje a lo largo de toda la película, consigue que sintamos una profunda empatía con ella.
Por otro lado tenemos a Fernando Cayo, que pone rostro a Carlos, un eterno secundario que pasa a tener un rol con mayor peso aunque eso no le evita permanece a la sombra de su compañera femenina. Soberbio en los silencios mayúsculo en sus apariciones. Él aporta el contrapunto que hace que la historia se mueva.
Al igual que la sorprendente irrupción de Geraldine Chaplin haciendo de Medium, que aporta en la producción una elegancia distintiva que sólo ella es capaz de tener.
Cabe destacar la interpretación de los pequeños, capaces de hacernos sentir emociones muy dispares. Sin la menos duda, la interpretación a nivel general de esta producción es magnífica. Cada uno afronta su rol con profesionalidad y logrando un gran resultado.

El orfanato es un auténtico drama que hará que se nos ponga la carne de gallina. Nos hará sentir el terror como nunca hasta ahora. Bayona realiza un trabajo espléndido al contarnos una historia tan compleja como viva. Una auténtica obra de arte que merece ser visionada al menos una vez.