Un magnífico ejemplo de cómo una historia puede ser contada a través de un profundo y trascendental diálogo. Una historia de amor entre dos desconocidos tan surrealista como posible y con fecha de caducidad, o quizás no...
Acompañamos a
Céline y
Jesse durante un viaje improvisado mientras se conocen hablando sin tabúes sobre temas tan complejos como atractivos.
Sus diversas opiniones y conclusiones son el verdadero atractivo de esta historia, en la que están muy presentes la picaresca del joven norteamericano que trata constantemente de impresionar, y conquistar, a la dulce y en apariencia inocente joven europea, así como el romanticismo más bohemio por parte de la protagonista femenina.
Los temas sobre los que versan sus conversaciones son el punto de partida de cada secuencia, que se encuentran bien enmarcados por una ciudad tan pintoresca como diversa. Viena no es sólo el lugar donde pasan la que probablemente sea la mejor noche de sus vidas, sino que es el lugar donde se gesta su amor, e inevitablemente juega un papel más dentro de la producción siendo vitales cada uno de los puntos en los que tienen lugar las conversaciones. Como un testigo mudo más, el entorno, cada escenario de la ciudad, parece adaptarse a las conversaciones aunque, por supuesto, sea al revés, siendo cada localización la que da paso a los diferentes temas de conversación sirviendo como un fondo acorde.
La muerte, la vida, la relación con los padres, el amor, el sexo... Nada queda en el olvido en este magnífico guión de Linklater, que profundiza en cada tema sin censura ni sin temor a ser señalado con el dedo, pero siempre manteniendo la esencia de la relación que puede mantener una pareja joven que acaba de conocerse y que viven un cita a contrareloj. Quizá el reflejo de una realidad absurda que es vigente desde el momento en el que Jesse le pide a Céline que le acompañe esa noche en Viena. Es, seguramente, la mejor secuencia de todas. Ese argumento tan fantástico pero convincente con el que el protagonista masculino convence a la joven francesa.
Linklater deja claro en esta increíble aventura amorosa que el mejor plan es no tener plan y que no debemos temer a lo desconocido sino entenderlo y respetarlo sin permitir que los prejuicios ni el miedo nos impidan vivir algo fascinante; tener una aventura épica que recordar.
Linklater se limita a mostrarnos el diálogo, que prima claramente ante la acción, como si de una retransmisión de tenis se tratara. Si bien es cierto que de vez en cuando emplea planos más abiertos o algunos ligeros movimientos de cámara, así como algún que otro general o un plano medio de la pareja, en su mayoría impera el plano contra plano en un encuadre más cerrado del que se sirve para resaltar la expresión de los personajes en la conversación. Simple, pero efectivo y más que suficiente para narrar una historia centrada en el diálogo. Huye de artificios innecesarios y la jugada le sale bastante bien.
Mantener siempre a foco a los personajes mientras que el fondo luce desenfocado sirve, además de para hacer más bello el plano, para que centremos toda nuestra atención en la pareja de protagonistas, en lo que es importante de verdad.
La escasa banda sonora hace aparición en momentos clave, únicamente cuando es necesaria bien porque algún tema aparezca de forma activa en la secuencia o como paso entre secuencias, otorgando siempre mayor importancia a la voz de los personajes y a los silencios, que son tan rotundos e incómodos como en la vida real.
El realizador siempre se centra en lo verdaderamente importante, Céline y Jesse, encarnados de forma sublime por unos más que creíbles Julie Delpy y Ethan Hawke. Entre este binomio, ya indivisible, existe una química que traspasa la pantalla y hacen aún más creíble si cabe su historia. No sólo son los protagonistas sino que son el pilar central de la producción, lo que sustenta su éxito. Todas las acciones ante la cámara suceden con tal naturalidad que aportan realidad y dinamismo. Hacen surgir lo espontáneo y lo natural.
Antes de amanecer es el comienzo de algo asombroso e increíble.
Una historia llena de matices, muy bien estructurada y presentada de una forma excelente, con una trama sencilla que se centra en un diálogo intenso y tan variado que toca temas vitales e interesantes para el espectador.
Probablemente,
eso que resulta atractivo para un tipo de público repele al resto, que busca un cine más convencional y menos íntimo.
Lo mejor es, sin lugar a dudas, los diferentes puntos de vista que cada uno de los personajes tiene sobre los diversos temas que surgen en sus conversaciones. La espontaneidad de los actores también.
Lo peor es que te la pierdas por prejuicios estúpidos sobre un cine diferente al convencional, más íntimo y profundo.